Monologo Interno: Parte XIII

Ha pasado que, si no ponemos todo en las redes sociales no existimos. Pasa que si no pongo un status de cómo me estoy sintiendo o donde ando pues no es real. Entramos a las redes sociales para confirmarnos que estamos vivos. Que existimos y que allá afuera hay gente que sabe quiénes somos. Pasa que nos conectamos esperando, por fin, sentir esa conexión con los demás.  Hoy en día si no tienes Facebook/Twitter la gente te mira raro y te pregunta si eres normal. Que estamos obsesionados con subir al menos diez fotos nuestras, documentando  lo que hemos hecho en el día para dejar saber a los demás que estamos vivos. Que existimos. Que nos disfrutamos la vida. Aunque si lo pensaran bien el hecho que estés documentado cada momento de “disfrutarte la vida” hace que te la disfrutes menos. Irónico, ¿no? Tenemos que documentar cada cosa que hacemos, y ojala tan solo fuera eso, pero no. Tiene que saberlo los demás. Vivimos en un mundo donde la cantidad de “likes”/retweet o comentarios valen más que las veces que nos robamos un beso o decimos te amo. Facebook/Twitter  se ha vuelto nuestra manera de interactuar con el mundo. Porque se nos hace más fácil, porque es menos complicado. Nos escondemos detrás de una pantalla esperando que la persona del otro lado les guste como somos cuando en realidad no nos conocen para nada. Entramos y sentimos envidia de que algún amigo en Facebook anda viajando, comiendo en algún lugar exótico o se acaba de comprometer. Sin saber que, si lo anda publicando en Facebook es porque todavía no ha encontrado esa conexión que todos andamos buscando. Al estar en Facebook pensamos que estamos allá afuera viviendo, cuando en realidad solo vivimos en una caja de cristal donde solo podemos ver lo que los demás proyectan que son. Lo que los demás quieren que veamos que son. Se nos hace más fácil conocer a alguien por Facebook que conocerlo frente a frente. Porque es más fácil decir hola en línea que tener la valentía de acercártele a alguien en la calle. Entramos a Facebook para asegurarnos que no estamos solos. Sin saber que el simple acto no hace, si no, que estemos más solos.  Peor aun, mas solos pero con la falsa sensación de que no es asi. De que estamos conectados.


Update: Este escrito llevaba semanas en mi computadora. No encontraba en mí publicarlo. Tenía esa sensación de que aún no estaba completo. Llame a una de mis amigas, se lo leí y me dijo: “¿Qué esperas? Publícalo. Aun así, no lo publique. Lo deje reposar por varios días hasta que llego la contestación de porque no lo podía publicar. Pasa, que como me sospechaba, estaba incompleto.  Aquí la historia: Un día le escribí a un amigo, con el que hace tiempo no hablaba, para saludarlo. La razón por la que hacía tiempo no hablábamos era porque me sentía que era yo la que siempre andaba buscándolo. Pero ese día en particular no me importo y le escribí que andaba perdido. Me contesto que para nada, que era yo la que andaba perdida. Sus próximas palabras me dejaron de piedra. “La pérdida eres tú. Ya no te veo en Facebook ni te conectas al chat.” Se imaginaran mi sorpresa al leer sus palabras. Al parecer, el hecho que no estuviera presente en Facebook me hacía estar “perdida”. Le conteste que no me gustaba ya conectarme a Facebook porque intentaba desligarme un poco de la tecnología. “¿Antisocial?, esta fue su contestación. Y le conteste: “No, real.” Al parecer le pareció extraña mi contestación porque me contesto, “¿y eso?” A lo que procedí a explicarle que me había dado cuenta que estar en el internet nos estaba dando un falso sentido de conexión y que no quería eso para mi vida. Que las personas importantes tenían mi número y podían llamarme.  No sé qué paso, pero mi amigo cambio el tema. Y entonces, me recordé de aquel escrito guardado en mi computadora. Y que esta conversación no hacía más que confirmarme lo que ya había escrito. No estar/publicar en Facebook/Twitter es sinónimo de no existir en la vida de los demás. Incluso cuando esas personas llevan conociéndote casi cinco años, tienen tu número de teléfono y hasta saben dónde vives. Al parecer, Facebook se ha vuelto el más usado medio de comunicación. Incluso más que el temido mensaje de texto.