Monólogo Interno: Parte XIV



"Tun. Tun. Tun. Probando, probando. ¿Me escuchan? Si, vale. Aquí voy.” 

Ya hace algún tiempo que no escribía por acá y aún más tiempo que no escribía uno de mis monólogos internos. Hoy les quiero hablar sobre bebes. No, no se preocupen este no será un post acerca de cuan hermoso son los bebes ni que “bendición” es tenerlos. Vale, debí haber dicho que pensaba hablar de la decisión de tener hijos. Los que me conocen saben que siempre he dicho que no quiero tener hijos. No me malinterpreten, me gustan los niños. Tengo dos sobrinos hermosos a los cuales adoro. Pero hasta ahí, al final del día puedo devolverlos y seguir con mi pacifica, algunos dirán algo egoísta, vida.  ¡Oh!, pero yo decirle eso a las personas. Es abrir una caja de pandora. Es casi como cuando explota un tubo de agua en tu casa y te empapa todo. Muy pocas personas pueden aceptar mi decisión. Lo toman casi personal. Como una ofensa contra su persona. Y comienzan los terribles “te vas arrepentir”, “eso dices ahora” o mi favorito “Dios te va a castigar”. ¿Qué se supone que deba responder? ¿Por qué tengo que justificar mi decisión? Eso dice mucho de nosotros como sociedad, que tengamos que justificar nuestras decisiones cuando son diferentes a los demás. Pero bueno, ese es tema para otro día. La historia que les quiero contar es esta. El otro día estaba yo desayunando con unos compañeros de la universidad, cuando inevitablemente surgió el tema de tener hijos. Ahora, deben tener en cuenta que cuando surgen estos temas suelo guardarme mi opinión. No porque me abochorne de ella, sino, porque me cansa tener que explicarla. Y porque rara vez encuentro una persona que la respete. En cambio, en ese día decidí unirme a la conversación. Me dije, estoy con adultos, adultos que ya están en maestría y son open minded. Así que decide arriesgarme. Chicos, que malísima idea.  Por supuesto, vinieron los comentarios usuales: “te vas a arrepentir”, “eres egoísta” o “es que no tienes la madurez todavía”. A esta última siempre contesto que el que este tan segura de esta decisión demuestra que tengo la madurez. Pero por supuesto nadie me entiende. Lo que no esperaba escuchar fue el siguiente comentario, “Déjala, la salvación espiritual es individual.” WHAT!! ¿Qué tiene que ver mi salvación con tener hijos? ¿Desde cuando se convirtió no tener hijos en un pecado? ¿Por qué Dios va a castigarme por tomar la decisión de no tener hijos? Imaginan como quede. No pude contestar. Solo un simple, “cada cual está en su derecho de tener una opinión.” Después me puse a pensar, cuan avanzados estamos en la tecnología y aun así cuan atrasados estamos con nuestras ideas, nuestras creencias. Que haya personas que piensen que el no tener hijos automáticamente me hace estar de malas con Dios. Lo cual no puede estar más lejos de la realidad. Yo creo que Dios sabe cómo pienso y más importante sabe cómo me siento. Y creo que tengo la madurez suficiente para decidir que no quiero ser madre. Simplemente es algo que no me hace falta para ser feliz. Y por esa decisión la sociedad me castiga, y ahora me amenaza con la condenación eterna. Señores, tener hijos es un responsabilidad enorme. No todo el mundo nace para tenerlos y eso está bien. En estos tiempos en que se tienen hijos por jugar y sin pensar creo que mi decisión debería ser refrescante. No piensen que la tomo sin haberlo considerado. He pensado mucho al respecto. Me he hecho preguntas difíciles. Y fue difícil aceptarla, de nuevo porque la sociedad nos ha engranado que las mujeres debes tener hijos y que si no los tienen no están completas. Pero la alternativa seria tenerlos y no ser feliz. Porque los voy a amar, claro son mis hijos. Pero sé que no tendría una vida en paz, que me sentiría culpable por no sentir que ellos me llenan, que me dan paz, etc. Así que, no quiero tener hijos. Punto. Creo que somos más y más las mujeres que tomamos esta decisión y ya va siendo hora que la sociedad nos acepte y respete nuestra decisión.  Después de todo lo que nos critican no van a estar ahí cuando él bebé se despierte a las 3 de la madrugada y no se vuelva a dormir. No, ahí estamos solas.