Encuentros furtivos.



No sé si le has pasado pero de repente mientras escuchan música se encuentran con esa canción perfecta. Esa que describe exactamente lo que están sintiendo. Bueno en eso días en los que me encontraba buscando melodías nuevas me encontré con esta canción. Si fuera a resumir una parte de mí, esta canción la explica completamente. ¿Cuál es tu canción?

Ese día en el tren.

Sentada en el tren que tomaba todos los días, se pregunto por decima vez si había tomado la decisión correcta. Había pasado ya una semana desde que hablo con él y le había dicho que no quería que le molestara más.  Toda la semana había estado contemplando si había hecho lo correcto. Ahora, sentada en el vagón del tren, ya no se sentía tan segura de su decisión.  Curiosamente desde que había tomado la decisión un extraño sentimiento se había alojado en su corazón.  Una tristeza que no acaba de irse.  Una parte de ella estaba molesta por dudar si había tomado la decisión correcta. La otra ya no sabía que sentir.  Como se puede amar a alguien que nos ha hecho tanto daño, se pregunto.  Desearía poder olvidar, dejar de recordar aquellas noches en diciembre. Olvidar aquellas palabras susurradas en la obscuridad.  Pero la realidad es que no se puede olvidar aquello que uno lleva grabado en el corazón.  Y a él, lo llevaba en el corazón lo quisiera o no. Como le decía al corazón que ya no era lo mismo. Que él ya no era el mismo y que a pesar de sus palabras nada en realidad había cambiado.  Que él se llevo todo y ya no puedo funcionar.  Como dolió decir aquellas palabras, decir aquel no llames más.  Sentada en el tren se pregunto si algún día volvería a sentirse bien.  Si algún dejaría de regalarle sus lagrimas. Si llegaría el día en que recordara diciembre sin sentir el dolor.  Que pudiera visitar las calles de su ciudad favorita sin que todo le recordara a él. Tanta gente a su alrededor sin darse cuenta de la batalla que llevaba en su interior. Sin darse cuenta de lo difícil que fue dejarlo ir. Tanta gente sin notar que ese día en el tren su corazón ya no volvió a palpitar igual.  Ella ya no volvió a ser igual…

*Para saber como todo comenzo visita: Una noche, sí, magica, Cuando parecía improbable, Y se dio cuenta tarde y Cuando ya no lo esperaba

El final no, mas bien solo el comienzo.


Pareciera que fue ayer cuando Alex y ella se conocieron en aquella cafetería hace dos años atrás. Ahora él era su extraño de ojos azules. Aunque ya no tan extraño. Le conocía como si hubiesen compartidos por años. Le era tan familiar como su propio reflejo en el espejo. Aquel día en la cafetería él se había sentado en su mesa y habían conversado por horas que parecieron minutos. De eso ya hacía dos años. En los días que siguieron Viviana se sintió un poco escéptica y comenzó a tener dudas. Sophia como siempre las disipo todas, asegurándole que ella siempre supo que eran el uno para el otro. Como lo sabía aún era un misterio. Alex y ella la visitaban todos los días, siempre sentándose en la misma mesa. Viviana continuaba escribiendo finales felices pero ya no esperaba el suyo, estaba completamente segura que lo había encontrado. Alex le había contado como, la primera vez que la vio quiso acercársele pero sintió que ella no estaba interesada. Y luego, el día que había dejado la bufanda había decidido que sería el último día que volvería, que si ella no recogía su bufanda no volvería más. Que cuando regreso y la vio con su bufanda fue uno de los mejores días de su vida. Parece extraño que todo fue posible gracias a una bufanda. Ahora, allí estaban en su nuevo apartamento, a punto de comenzar otra nueva etapa de su vida. Todavía no habían desempacado pero aún así se dirigieron a su cafetería como todas las mañanas y pidieron dos órdenes iguales. Sophia les sonreía desde detrás del mostrador.  Alex parecía un poco nervioso pero Viviana no le prestó mucha atención.  Estaba escribiendo una historia nueva, su historia. Así que no se dio cuenta cuando él se levantó de la mesa y se arrodilló a lado de su silla. Cuando al fin lo noto, el tenía un pequeño empaque en su mano. Su corazón comenzó a latir con fuerza. “Viviana, todavía recuerdo como si fuera ayer la primera vez que entre a esta cafetería. La primera vez que mis ojos te vieron, la primera vez que vi tu sonrisa. Todavía recuerdo lo que sentí la primera vez que te bese. O como mi corazón latió la primera vez que escuche decirte Te amo. No quiero, nunca, olvidar cada una de nuestras memorias. Pero más que eso, quiero hacer más memorias contigo…por el resto de mi vida. ¿Te casarías conmigo? En su mente y corazón solo había una respuesta, sí. 

Fin…No, solo el comienzo.

*Si quieres saber como todo comenzó visita: Una historia más, El extraño en mi mesa y Desde otro punto de vista  

Susurros.


"Alguien una vez me comento que cuando yo leía parecía que viajaba a otro mundo. Yo le conteste que así era. Que era como si la protagonista me estuviera susurrando al oído su historia y yo tuviera que estar atenta para no perder ningún detalle."

Cuando ya no lo espera.

Ella lleva horas sentadas a lado del teléfono. Las mismas que este lleva sonando. Ella sabe que es él,  llamando para pedir otra oportunidad, como lo llevaba haciendo desde hace una semana. La primera vez que él llamo, ella contesto el teléfono totalmente desprevenida. Había dejado hace días de esperar a que él llamara. Así que, cuando sonó el teléfono lo menos que espera era escuchar su voz desde el otro lado del teléfono.  “Amelia, soy yo”. Ni siquiera tenía que decir su nombre, con solo  escuchar su voz ella sabía exactamente quien llamaba.  Sin querer su mente la transporto a Diciembre. A aquellos días en su ciudad favorita. Por un momento pensó en colgar el teléfono. “Lo siento tanto, si solo me dieras otra oportunidad”, le oyó decir. Fue ahí donde entonces colgó, por miedo a decir algo de lo que se fuera arrepentir. Desde ese día el teléfono no deja de sonar y su contestadora está llena de mensajes, todos de él.  Ahora una semana después, el teléfono sigue sonando y la resolución de no contestar se va evaporando con el tiempo. A que le tenía miedo no sabía. Quizás a que él volviera a cambiar de opinión o a que ella fuera la que cambiara de opinión.  Aún cuando él no llamaba, su mente siempre volvía a diciembre y ahora con la llamada era allí donde siempre estaba. El teléfono sonó otra vez y su mano reposa levemente sobre el… y ella piensa si debe contestar.
Continuara….

Desde otro punto de vista.


Sophia había estado trabajando en esa cafetería por 10 años. Había conocido a una buena cantidad de personas. Había oído muchas historias. Era considerable la cantidad de personas que venía a tomarse un café y contarle sus penas a un extraño.  Supongo que existe una clase de paz en contarle tus problemas a alguien que no sabe absolutamente nada de ti y que sabes que no te juzgara.  Desde hacía 2 años conocía a Viviana y desde el primer día que entro en la cafetería siempre pedía lo mismo, se sentaba en la misma mesa y estaba horas escribiendo en su computadora.  Siempre le pareció que estaba triste, como si cargara el peso del mundo en sus hombros.  La veía como, con el pasar del tiempo su tristeza se iba haciendo cada vez más grande. Aun cuando solo compartían en la cafetería  y casi no sabían mucho la una de la otra había comenzado a tomarle cariño. En un día de esos en que parecía un poco más triste fue que entro por primera vez el extraño de ojos azules.  Noto como Viviana lo observaba desde detrás de su computadora. El extraño pidió exactamente lo mismo que Viviana y salió. Ella le persiguió con la mirada. La escucho suspirar y volver a escribir en su computadora. Sophia se acerco para rellanar la taza de café y le pregunto: “¿Por qué no te le acercaste?, Viviana la miro avergonzada,” No sé de qué me hablas”. Sophia solo sonrió y volvió a su trabajo.  El extraño volvió todos los días después de eso pero ninguno de los dos se acerco al otro. Aunque Sophia sabía que ambos querían hacerlo. Viviana hacía varios días que no volvía a la cafetería y mientras tanto el extraño se sentaba en su mesa cada día.  Unos días más tarde, Viviana volvió. Por un momento se quedo mirando al extraño en su mesa y luego pensándoselo mejor corrió hacia otra mesa.  Los días pasaron con la misma rutina de siempre, el extraño se sentaba en su mesa y Viviana se sentaba en otra, siempre mirándolo desde detrás de su computadora.  Un día, cuando ya Sophia estaba contemplando seriamente intervenir, el extraño dejo una bufanda en la silla, Viviana tímidamente la recogió  y se fue a casa con ella. El día siguiente el extraño no volvió y Viviana volvió a sentarse en su mesa.  La vio como sacaba la bufanda de su bolso y acercarla a su nariz, sonriendo. En ese momento el extraño entro miro hacia la mesa donde se sentaba Viviana, sonrió y camino hacia ella. Le dijo algo que Sophia no pudo escuchar, Viviana se volvió y le sonrió. El extraño se sentó en la mesa con ella. Y desde ese día, Viviana y el extraño de ojos azules se sientan en la misma mesa, ella detrás de su computadora y él detrás de sus papeles. Si miran bien de cerca, pueden ver cómo a pesar de estar ocupados siempre hay una sonrisa, un roce, una mirada. Ellos aún no creen que estén allí, juntos. Sophia no, Sophia siempre lo supo. 

Post Data. Si quieres saber cómo todo comenzó lee:  Una historia más y El extraño en mi mesa.

Y se dio cuenta, tarde.


Ella todavía no sabe como paso. Un día todo estaba bien, promesas hechas, planes, un futuro. Pareciera que de la noche a la mañana todo desapareció.  Recuerda aquel día en el aeropuerto cuando creyó que todo al fin podría ser posible.  Ahora se sienta en su apartamento y vuelve a revivir todo lo que paso, tratando de determinar el momento exacto en que todo cambio. Piensa si no dijo las palabras correctas, si no sintió los sentimientos correctos o si entonces fue que ella no era la correcta.  Buscando exactamente qué era lo que había hecho para que él se marchara.  Y una lagrima roda por su mejilla, no se había dado cuenta que estaba llorando. Tantos momentos, tanta esperanza, tanto amor y parece que todo se fue por la ventana igual que solía irse el humo de su cigarrillo.  Se pregunto si todo fue cierto, si todas sus palabras fueron sinceras o solo fueron palabras dichas en la emoción del momento. Quizás él creyó que eran ciertas, sin saber que no eran sinceras. Y ahora, aún cuando han pasado un mes y tres días, ella aún lo extraña. Ella aún siente su corazón latir más fuerte cada vez que alguien toca a la puerta, cada vez que el teléfono suena…siempre pensando que es él. Siempre esperando. Y por un momento culpa a su ciudad por haberlos envuelto en su magia y haberlos engañado con falsos sentimientos. Pero no, nadie tiene la culpa o quizás el tiempo, que todo lo desvela, que todo lo cura. Y entonces se dio cuenta, tarde, que quizás no fue su culpa.

Y no fue, sino, hasta el día de hoy.


A medida que crecemos las preguntas que nos hacen las personas a nuestro alrededor van cambiando. Ya no nos preguntan que pedimos para santa Claus o que queremos ser cuando seamos grandes. Quizás porque a medida que crecemos esas preguntas dejan de tener sentido. Cuando llegamos a cierta edad no comiencen a preguntar qué es lo que buscamos en una pareja o como dicen por ahí cuál es tu tipo. Tengo que decir que a mis 22 años me han hecho esa pregunta ya un par de veces.  La realidad es que no supe la respuesta hasta hoy.  ¿Qué busco en una pareja? Bueno, en una de mis entradas acerca de Nueva York describí ese sentimiento de estar exactamente en lugar correcto. Cuando conozca a alguien quiero que me haga sentir de la misma manera que me sentí aquel día en el aeropuerto o como me sentí cuando pise por primera vez la calles de Nueva York.  Que sienta por él la misma clase de amor que siento por mis libros. Verán,  con libros puedo llegar a amarlos, llorar con ellos, enojarme, decepcionarme o incluso no gustarme pero nunca podría dejar de amarlos. Y eso es lo que quiero que me hagan sentir, la misma clase de pasión y amor que siento por mis libros. La misma clase de libertad que siento cuando me siento frente a mi computadora a escribir unas cuantas palabras. Hoy, leyendo el blog de una de mis autoras favoritas me encontré con una post de ella explicando porque una de sus personajes estaba enamorada de otro de sus personajes.  Y me pareció tan cierto, tan acorde con mis sentimientos que no pude evitar compartirlo. En este post ella explica como Tessa (la protagonista) está enamorada de Will porque el comparte su amor por lo libros, pero no solo por los clásicos, sino por aquellos libros que nadie conoce, libros locos y malos. Que ambos entienden, como mas nadie a su alrededor lo hace, el poder de la palabras y las historias.  Y dijo unas palabras que no he podido sacarme de la cabeza, que aquellas personas que conocen y aman los mismos libros que nosotros tiene el mapa hacia nuestra alma. Esas simples palabras me mantuvieron pensando todo el día y fueron esas palabras las que me llevaron a escribir este blog. En mi libro favorito al final de la historia la autora hace una nota, en ella comenta como ha recibido varias cartas, email, tweets preguntándole si la clase de amor que ella escribía existía en el mundo real. Su contestación hasta el día de hoy mueve algo en mi, “En cuanto a la clase de amor entre Sam y Grace tengo que decir que, sí, existe. Esa clase de amor es posible siempre cuando jures no conformarte con menos”.  Así que, ¿Qué busco en una pareja? Alguien que a pesar de que no le gusten los mismos libros que a mi pueda entender porque yo si los amo. Que me haga sentir las mismas sensaciones que tuve al subir los 107 pisos hacia la vista más hermosa de la ciudad. Que pueda entender como a veces prefiero el silencio. Como el mejor regalo seria un libro con una nota adentro. Que entienda mi amor por Nueva York. O como a veces siento que las películas me hablan. Pero sobre todo que me haga sonreír, porque después de todo no existe un amor sin una sonrisa. 

Post Data. Porque como dice una amiga, si existe en mi entonces exite :)

Cuando parecía improbable.

3:56 a.m. Ella se encuentra sentada en una de las sillas en el aeropuerto.  Su pie se mueve de acuerdo al el ritmo de su corazón. Mira esperanzada a la salida. El reloj da las 3:57, solo ha pasado un minuto. Se pregunta porque esta tan nerviosa. Después de todo es solo él. Hacen exactamente un mes y dos días que no lo ve.  Aunque siente que la ausencia fue mucho más larga. El reloj da las 3:58, un minuto más.  Se pregunta porque la tardanza. Su corazón late un poco más rápido de lo normal.  Mira la pantalla donde están todos los vuelos, en letras grandes lee “On Time”. Se relaja un poco. El reloj da las 3:59, otro minuto más. Y ella comienza a pensar si realmente él es como le piensa o si la distancia ha cambiado algo en él.  Se transporta en el tiempo, exactamente un mes y dos días atrás, un aeropuerto un poco más grande del que se encuentra y en otra ciudad. Una escena de despedida. Te voy a extrañar susurrados. Un último abrazo.  Y la promesa de volverse a ver. Parece algo irreal que este aquí esperando para verlo. Aquel día en el aeropuerto algo dentro de ella le decía que no lo volvería a ver, cuan equivocada estaba. 4:00a.m. Lentamente comienzan a salir los pasajeros y por un segundo ella no quiere levantar la mirada. 1, 2, 3, 4…pasajeros.  Todavía no le puede ver. 5, 6, 7, pasajeros y allí esta, bulto en mano igual que como lo dejo hace un mes y dos días atrás. Ella se pone de pie y él se detiene un momento donde está, como si tampoco pudiera creerlo. 4:01, un promesa cumplida.