Un día de esos.


Han tenido alguna vez uno de esos días,  de esos en los que nada particularmente malo ha pasado pero aún así te sientes triste.   Es como si la tristeza de todo un año se acumulara en un solo día. Y hasta las cosas más insignificantes te hacen llorar. Es más, te pasas todo el día con esa sensación de estar a punto de llorar. Con un nudo constante en la garganta. Te sientes como si cargaras el peso del mundo sobre tus hombros. Y al final del día llegas a tu casa, apartamento o cuarto y te tumbas en la cama, con unas ganas inmensas de quedarte en ella por lo menos un semana. Cuando de pronto algo se alinea y la cosas cambian. Con una llamada que te hace sonreír, con el mensaje de alguien diciéndote que importas, con la risa de alguien que amas al otro lado del teléfono o con la memoria de un bueno recuerdo. Tenia una amiga que siempre me decía: “Piensa en las cosas bonitas cuando en un día como hoy te pasen cosas malas” que mucha razón tenia. Así que, a ti que me estas leyendo cuando te pesen lo días y la angustia llene tus días piensa en la cosas bonitas. Créeme, siempre existe algo que nos hace sonreír. Para mi fue una llamada y ¿para ti?

Mi Guitarra.


"Tengo un guitarra que ya no uso. Alguien hace algún tiempo me la regalo. Sus cuerdas rechinan cansadas de esperar que alguien las haga sonar. Mi guitarra descansa en un esquina en mi cuarto, al igual que me sueños de tocar. Algunos dirán que representa todo aquello que deja pasar.  Si pudiera hablar contaría todas las veces que toque para sanar. Mi guitarra es mi amiga en esos momentos de pesar. Y lo curioso es que nunca aprendí a tocar." 


Una historia para Sofía.

Había una vez hace ya algún tiempo, una niña llamada Alma. Alma solía sentarse en el árbol más alto cerca de su casa a mirar las estrellas. Siempre pensando cómo le gustaría volar. Alma tenía un espíritu libre y cada persona que la conocía no podía evitar querer estar a su lado. Ella corría en su traje de flores por el jardín cantando viejas canciones de Los Beatles. Curioso y algo extraño en una niña de 12 años. En uno de esos días en los que Alma andaba subida en el árbol vio como en la casa de al lado se muda una nueva familia. Alma emocionada con la posibilidad de que tuvieran una hija con quien ella pudiera jugar, corrió a contarle a sus padres. “Lo siento Alma, pero no es una niña si no un niño quien se muda a la casa de al lado” le contesto su madre cuando Alma les conto la noticia. Está un tanto decepcionada volvió a subirse en el árbol a ver como de a poco la familia hacia suya la casa de al lado. Allá arriba en el árbol comenzó a ver como sus nuevos vecinos bajaban sus cosas.  Un niño alto, algo flacucho y descoordinado los ayudaba. En cuanto lo vio sus estomago comenzó a hacer cosas raras y su corazón corría mas rápido de lo normal.  Asustada pensando que algo andaba mal con ella corrió a donde su madre. “¡Mamá, Mamá!, algo anda mal” “¿Que sucede cariño?” le pregunto la madre preocupada. “No me siento bien, mi barriga esta haciendo cosas raras y mi corazón late demasiado rápido. Creo que algo grave me pasa. ¿Será que mi corazón me va a explotar?”,  le pregunto Alma con lagrimas en sus ojos. “¿Que hacías mientras que comenzaste a sentirte mal?”, le pregunto la madre sonriendo. “Estaba viendo a los vecinos bajar sus cosas y cuando vi al niño nuevo todo comenzó. ¿Será su culpa?”, Alma no entendía porque su madre sonreía cuando ella se sentía mal. “No te preocupes Alma, ya entenderás”, contesto su madre mientras se volvía a lo que estaba haciendo.  Alma, dolida con su madre, corrió hacia su cuarto y se tumbó en la cama a llorar. ¿Cómo era que su madre no le importaba que ella se encontrara enferma? ¿Qué pasaba si empeoraba? Era casi como si mariposas bailaran en su barriga y sentía su respiración acelerarse junto con su corazón. Alma, concentrada en todo esto, no se dio cuenta que ya no se sentía mal y aún no asociaba sus “síntomas” con el nuevo niño.  Esa noche Alma casi no durmió pensando en el niño de al lado y en como cada vez que lo hacia sus  “síntomas”  empeoraban.
                “Abuela, ¿Qué paso con Alma?, pregunto Sofía. ¿Siguió enferma?” La abuela de Sofía sonrió y le contesto, “Esa es una historia para otro día, ya es hora de dormir.” Sofía, aunque algo decepcionada, asintió.  “La niña del cuento, Alma, tiene tu mismo nombre abuela. ¿Eres tu?”, pregunto Sofía ya casi dormida. “Quizás”, contesto la abuela apagando la luz. 

*Continuará…  

Y mañana serán vientitrés

Mañana es mi cumpleaños número 23, aunque secretamente le diga a la gente que cumplo 19, y aquí estoy un día antes reflexionando sobre estos 23 años. Tanto que ha pasado, tanto que he cambiado y como a veces me resulta difícil creer que este donde este ahora mismo. La vida me ha llevado por caminos que jamás me imagine caminar. A mis 23 años escribo historias de amor aún cuando no he descubierto la mía.  Veintitrés años de sonreír, llorar, crecer, conocer, descubrir, perder, dejar ir, comenzar…En este último he conocido a gente tan maravillosa, tan acorde con mis pensamientos. He aprendido que las cartas aún no están perdidas y que allá fuera todavía existe gente que cree en lo mismo que yo. Descubrí que me falta mucho por hacer, que estoy comenzando aún cuando a veces se sienta que llevo años haciendo lo mismo. Tengo que decir que llevaba mucho tiempo buscando aquella cosa en lo que fuera buena, aquello que cuando la gente me preguntara ¿Qué haces? Yo pudiera contestar, la respuesta es Escribo. Aunque soy una psicóloga forense en progreso, eso que me hacer ser es la escritura. Y por medio de ella he conocido a tres personas maravillosas: Yésica Isabel, Shirley y Yesenia.  Todavía me sorprende como la tecnología llego a unirnos, como tenemos esta conexión increíble que ninguna puede explicar. Por ellas descubrí que hay personas que me leen, que cuando escribo toman un poco de su tiempo para dejar un mensaje de aliento. ¡Gracias chicas! Quizás no lo sepan pero han hecho la diferencia. Tengo que decir que dentro de todo fue un buen año, un año en que me convertí en tía por primera vez y pude sentir como es amar a una persona tan pequeña tanto. Como es ver el fruto de tu trabajo.De soñar, de ver como esos sueños se hacen realidad y otros van tomando su lugar. Así que, mañana serán veintitrés…otro año que se va y otro que comienza.  

Dejarte ir.


Dejarte ir es lo más difícil que he hecho en  mi vida. Poco a poco borrar tus recuerdos de mi mente pero no de mi corazón. Hacer cajas de recuerdos y esconderlas en el armario más obscuro.  Recoger aquella camisa que olvidaste, y que aún duermo con ella, y meterla en la caja que tiene escrito “cosas de él”. Curioso como aún la puedo sentir rozando mi piel aunque la caja la entregue hace tiempo ya.  Como mi almohada tiene el olor de tu perfume aún cuando te dije adiós hace meses. Como puedo ver los fantasmas de la cosas que dejaste aquí.  Y aún cuando decidí dejarte ir mi corazón se niega a aceptarlo.  Dejarte ir es como cuando estamos tratando de aguantar un paraguas en medio de una tormenta. Lo aguantamos aún cuando ya no queda mucho de el y por ultimo lo dejamos ir porque te das cuenta que solo quedas tu aferrándote a el.  Mi mente es el viento cruel que se empeña en llevarte lejos y mi corazón las manos que aún se aferran al paraguas roto.  Y me pregunto cómo fui que llegue aquí.  Cual fue la salida que deje pasar.  Y mi corazón traicionero se pregunta si para ti también fue difícil. Si te sientas en tu nuevo sillón a pensar en mí. Dime, ¿Por qué estamos aquí? ¿Dónde fue que no equivocamos? ¿Cómo dejar ir si aún nos amamos? Dejarte ir conlleva usar hasta la última gota de energía. Es arrancarte de mi corazón teniendo cuidado de no dejar cicatriz, pero como hacerlo si tu y el son uno. Dejarte ir conlleva dejar ir un parte de mí. Dejarte ir…qué difícil es.