Una ultima carta.


Nueva York. Septiembre. Las hojas comienzan a tornarse rojas, anaranjadas, marrones y una que otra amarilla. Es domingo. El parque comienza a llenarse de gente. En una esquina se puede ver a unos chicos jugar fútbol. En otra un picnic familiar. Unos niños corretean por todo el lugar. Se escucha a lo lejos el sonido de una guitarra. Y el aire sabe a Manhattan. A ciudad. A libertad. A historias no contadas y otras tantas repetidas. Recostados en la sombra de un árbol, están Cecilia y Adam. ¿Se acuerdan de Cecilia y Adam? Adam, con algunos años más, tiene la cabeza recostada en la falda de Cecilia. Cecilia pasa distraídamente los dedos por su cabello.  Cecilia también tiene un par de años mas aunque se le notan mucho menos que a Adam. A pesar de los años ambos conservan la misma mirada para el otro. Adam le lee a Cecilia, el libro de ella olvidado en una esquina, mientras ella con los ojos cerrados y una sonrisa se imagina la historia. De vez en cuando Adam para de leer y le observa. A pesar de lo años juntos, todavía se sorprende que Cecilia este a su lado. Cada día de sus vidas es una sorpresa. Recuerda aquella promesa que se hicieron. Como estuvo esperando por ella lo que parecieron horas en aquella calle de Manhattan donde todo comenzó. Ya cuando había estado a punto de irse pensado que ella ya no vendría, se giró y la vio. Caminando hacia él en un vestido de flores, el pelo revuelto y una sonrisa enorme. Muy característico de ella, Cecilia corrió hasta él y le abrazo. “Si”, fue lo único que dijo. La verdad no había sido necesario nada más. Allí, en aquel parque que ha visto mas historias de las que se pueden contar, Cecilia y Adam dieron gracias. No solo por haberse encontrado sino por que su historia aun continúa.  Justo como había dicho Adam en su carta les puedes ver en aquel parque. Juntos. Enamorados. Felices. Y como toda buena historia, sin un final. Las buenas historias nunca acaban…

Carta #6



Querido Adam:

Si. Si. Si. No se porque en algún momento pensé que podría contestarte de otra manera. Lo he sabido todo este tiempo. Solo que tenia miedo de tomar la decisión, pero siempre fue si. Estoy dispuesta a hacer esa promesa aun cuando no este segura de que duraremos para siempre sé que vale la pena intentarlo. Y como tu dices nunca me volveré a sentir así y nunca lo olvidare. Hagámoslo aunque al final solo ganemos recuerdos. Esos son la clase de recuerdos que vale la pena adquirir. Todo este tiempo tuve miedo de tomar la decisión por miedo a herir a Diego. Estaba equivocada, él iba a salir herido sin importar lo que hiciera. No es justo que continúe a su lado cuando no le amo de la misma manera que él a mí. Quiero comenzar a vivir nuestra historia. Quiero caminar por la calles de Nueva York sin sentirme culpable. Quiero ir todos los domingos a Central Park y recostarme sobre ti mientras leo un libro. Escuchar tu risa cuando te cuento algo que te parece gracioso. Que me abraces cuando lloro por personas que no son reales. Llegar y ver tu abrigo en el sillón. Probablemente enojarme porque lo dejaste allí. Sorprenderte con una cena que diré que cocine, pero que sabes que no fue así aunque no dirás nada.  Llamarte en la madrugada solo para escuchar tu voz. Y dirás que no estabas dormido solo para quedarte un rato más hablando. Enojarme contigo por muchas cosas cuando en realidad estoy molesta contigo por una sola. Pedirte perdón por algo que no sabias que había hecho. Desaparecerme por unas horas mientras escribo mis historias y cuando vuelvo encontrarte siempre ahí. En fin, quiero comenzar nuestra historia y es ya.  

-Cecilia 
                                                                                                                                                        
Post Data. Te espero donde todo comenzó. 

Estadísticamente probable.


Lo más que le gustaba a Isabel de su apartamento eran las grandes ventanas azules. Le hacían sentir que eran únicas, aunque sabia con seguridad que no era así. Se había mudado hace poco y le costaba acostumbrarse al ruido de la ciudad. Aunque si era honesta a veces la hacia sentir menos sola. El viejo escritorio vintage que había encontrado en un garage sale daba justo a la ciudad. Todas las noches mientras se sentaba allí tratando de descifrar el laberinto que era estudiar leyes levantaba la vista para recordarse que sin importar cuan difícil, estaba viviendo su sueño. Desde su ventana azul se podía ver las millones de luces de la ciudad y el cambio de colores en el Empire. Le parecía un sueño que al fin estuviera allí. Aunque pensándolo bien, después de todo, era un sueño. Uno cumplido. La primera vez que había llegado a la ciudad, aturdida y con solo dos maletas en la mano, había sentido que no iba a poder mantener el ritmo. De eso ya hace tres meses y aunque aun se estaba acostumbrando ya tenía la certeza de que estaba haciendo lo correcto. Decir que no extrañaba su país era como decir que no odia subir los cuatro pisos hasta su apartamento porque el elevador estaba descompuesto, pero ya la ciudad se había convertido en su hogar. Era como si pudiera respirar mejor desde que vivía allí. Desde allí había conocido a Julián. Conocido no, mas bien conectado con Julián. Se habían conocido a través de un foro y habían conectado instantáneamente. Ambos en continentes diferentes, ambos por caminos muy distintos se habían encontrado. Ese primer día hablaron de Benedetti, Neruda, Sabina, de cuan probable era que se hubiesen conocido y mas aun que tuvieran cosas en común.  No esperaban nada, no se imaginaban nada, ni creaban historias en su cabeza de lo que pudiera suceder simplemente vivían en el momento. Ella le conto como era la mezcla de tres países y el como fue que se fue ha convertir en ingeniero. No dijeron todo, no dijeron siempre la verdad, pero dijeron lo importante. Lo esencial. Lo que los hacia ser. Lo demás vino con el tiempo…

*Continuara….