Monólogo Interno: Parte XI

Hace algún tiempo ya que no escribía uno de mis monólogos. Quizás porque mi cabeza estaba tan llena de historias que no había cabida para mis propios pensamientos. Pero, ahora que este año se acaba y uno nuevo está por comenzar comencé a reflexionar en todas las cosas que han pasado en este año. A solo horas de despedirlo me siento y recuerdo. Este año fue uno particularmente difícil, lleno de momentos de incertidumbre y dolor. Lleno de decepciones y momentos en lo que deje de creer en mi misma. En este año compartí hermosos momentos con mis amigas y con ellas también compartí horribles momentos. Momentos, que sin ellas no habría podido superar. En este año me enamore por primera vez y descubrí como se siente tener el corazón roto.  Como se siente dar todo por alguien, sentir todo por alguien y que esa personas no te devuelva lo mismo. Fue un año de descubrir partes de mí que no conocía. De sonreír y andar en las nubes, de vivir literalmente con los ojos cerradas.  Fue haber experimentado la magia por primera vez y descubrir que existen colores que aún no conocemos.  Fueron días de no dormir nada, ya haya sido por la emoción o la tristeza. Fue un año de emociones nuevas y unas tantas repetitivas. Una montaña rusa de emociones.  Fue darme cuenta que tengo tanto que dar, que soy capaz de tanto. Darme cuenta que tengo las mejores amigas del mundo. De tener la suerte de tener mi propia psicóloga personal (ella sabe quién es).  Fue darme cuenta que hay que tener mucho cuidado con lo que se le pide al universo. Y que puede pasar que algo se sienta correcto cuando en realidad no lo es. Que algo se sienta real cuando en realidad no lo es. Este año lleva en el, días perfectos y días tan obscuros como la noche. Fue un año de aprender a decir adiós y a dejar ir aunque duela. Es haberme dado cuenta que no todo es blanco y negro, y que a veces es bueno ver la vida en gris. Fue darme cuenta que crecer duele, y que creer duele aún más. Fue haberme dado cuenta que al final todo va estar bien, que todo pasa, que todo disminuye.  Como dice mi reflexión favorita:

"Te deseo que tengas suficiente sol para mantener tu espíritu brillante"

"Te deseo suficiente lluvia para que aprecies aún más el sol"

"Te deseo suficiente felicidad para que tu alma esté viva"

"Te deseo suficiente dolor para que las pequeñas alegrías de la vida parezcan más grandes"

"Te deseo que tengas suficientes ganancias que satisfagan tus necesidades"

"Te deseo suficientes pérdidas para que aprecies todo lo que posees."

"Te deseo suficientes bienvenidas para que logres soportar las despedidas".


Les deseo lo suficiente. ¡Feliz año nuevo! 

This is what happy looks like.

Recientemente comencé a leer un libro llamado “This is what happy looks like” de Jennifer E. Smith. En el libro, a lo largo de las historia, los personajes principales van diciendo como para ellos se ve la felicidad o en inglés “What happy looks like”. Por supuesto, esta simple pregunta comenzó a dar vueltas en mi cabeza. Comence a preguntarme, “What does happy look like?” Despues de mucho pensar aquí esta mi respuesta:

¿Cómo se ve la felicidad para mí?/ What  does happy looks like?

La sonrisa de mi sobrina. Ese sentimiento que tengo en la mañana del día de navidad. Ese primer momento en Nueva York. Viejas tiendas de libros. Comprar un nuevo libro. Atardeceres. Tener  un déjà vu.  Recibir una carta. Árboles de navidad. Una coca cola bien fría en un día caluroso. Ese momento cuando sales de un sitio caliente y el frio de invierno te golpea en la cara. Encontrar la cita perfecta.  Sus ojos.  Encontrar una nueva canción favorita.  Viernes.  Aeropuertos. Días largos. Días cortos.  Llamadas telefónicas de mis mejores amigas. Decir otro nombre en Starbucks. Quedarse despierto hasta tarde. Darte una ducha caliente después de un día largo (preferiblemente acompañado/a). Acostarte después de un día largo (de nuevo, preferiblemente acompañado/a).  Sweaters.  Escribir cartas. Inviernos.  La playa. Pronunciar su nombre. Chocolate caliente. La ausencia de ruido…



*La lista es más larga, pero si sigo creo que no podre detenerme. Así que, queridos lectores, “What does happy looks like to you? 

New York, una última vez

Queridos lectores:


                Para aquellos que no lo sepan hace una semana volví a viajar a New York. Los que leen mi blog saben de mi amor/obsesión por esta ciudad. Pues les cuento que esta vez fue totalmente distinto. No me malentiendan, New York sigue siendo mi ciudad favorita, solo que esta vez me hizo sentir sentimientos totalmente distintos a los que usualmente me hace sentir. Tristeza y soledad. Andaba yo en el tren de camino a Soho cuando me invadió este sentimiento de soledad. Estas ganas de querer compartir lo que estaba por ver con alguien más.  Se imaginaran mi sorpresa, la ciudad que tanto me había hecho sentir me estaba haciendo llorar. Allí en el tren me di cuenta que estar en la ciudad no era lo que me hacía sentir bien, sino, estar en la ciudad con alguien a quien quiero. Era poder voltearme y decirle a quien estuviera a mi lado “esta es la razón por la cual amo New York.”  Era poder voltearme y sonreírle a quien anduviera conmigo porque estábamos viendo historia. Y no, eso no quiere decir que no tuviera momentos como ese, los tuve. Solo que también tuve momentos en los que quise compartirlos con alguien más y estaba sola. Ir a New York esta ultima vez me hizo darme cuenta que quizás no soy tan buena en eso de estar sola. Mientras cenaba con una amiga le contaba cómo era la primera vez que tenía ganas de volver, como era la primera vez que no quería alargar mi estadía en mi ciudad favorita.  A lo que ella me contesto que quizás era porque ya no tenía a nadie que me retuviera allí y yo le conteste que no era eso, que era que ahora tenía a alguien que me retenía aquí.  Nunca pensé que eso sucedería. Nunca pensé que llegaría el momento en que preferiría estar aquí a estar en New York, pero así fue.  New York esta ultima vez me mostro de lo que me estaba perdiendo, me mostro lo que estaba dejando atrás. Y así fue como en el tren C tome la decisión que no volvería a visitarlo, al menos hasta que si es posible fuera a vivir allá. Prefiero tenerlo en mi memoria como lo recuerdo ahora, tener presente siempre la manera que me hace sentir. Así que le digo adiós, esperando poder llamar algún día a mi ciudad favorita  mi hogar. Gracias por acompañarme en esta travesía. Espero poder contarles una nueva pronto.

Una última vez,
Zitmarie


Con los ojos cerrados.


No tienes idea, ¿verdad? El efecto que creas en mí. Los sueños que me regalas con cada una de tus sonrisas. Las ideas que se forman en mi cabeza con cada minuto que paso mirándote a los ojos. No tienes idea, ¿verdad? De la de veces que he tenido ganas de callarte con un beso. De la de veces que quiero regalarte un abrazo cuando pronuncias mi nombre de esa manera tan única tuya.  No tienes idea, ¿verdad? De que puedo llegar a extrañarte aun cuando te tengo a mi lado. De las ganas que tengo de decirte que el no habernos dado una oportunidad será de lo que te arrepientas el resto de tu vida…No tienes idead, ¿verdad? Que desde que llegaste a mi vida ando viviendo con los ojos cerrados… 

Julia y sus cartas al universo: Parte II

Querido Universo:

                He querido, ya desde hace algún tiempo, poder seguir contándote mi historia. La cuestión es que se me hace imposible contártela, contarte mis momentos felices sin que lleguen a mi mente los momentos tristes. Veras universo, ese del que comencé a hablarte, ese de ojos verdes y sonrisa traviesa, resulto ser el amor de mi vida. O por lo menos, resulto ser mi primer amor. Y tú, que me conoces tan bien, sabes que a mí eso de enamorarme no se me hace fácil, pero con él fue casi casi como respirar. Ay universo, que feo se siente tener la certeza de que esa persona es la indicada, que al fin has podido encontrar a la persona que te hace ser sin mucho esfuerzo y que ella no lo note.  Cada vez que estoy con él siento este “feeling” de estar con la persona correcta, en el momento correcto. Como quiero gritarle, “¿es que no ves? Lo perfecto que somos el uno para el otro.” Universo, él puede verme como nadie más lo hace y a la misma vez siento que no puede ver nada en absoluto. Desearía poder sacarme toda nuestra historia del sistema. Sacármela y regalártela para así no tener que vivir con ella cada día de mi vida.  Desearía darte cada una de mis memorias, hasta las más bonitas para así no tener que pensar más en él. ¿Te recuerdas de aquella muchacha ingenua que te decía que solo quería enamorarse aunque le rompiera el corazón? Pues no creo que supiera mucho de lo que estaba pidiendo. Supongo que es cierto es de que se debe tener cuidado con lo que se pide al universo. Cuanto desearía que no me hubieses escuchado…supongo que eso son de las cosas que no se cumplen. Ojala y algún día pueda terminarte mi historia, mientras tanto, ya no escuches más lo que digo. Claramente aún no se lo que digo.


Con todo y nada,

Julia

No digamos adiós, amor

“Por favor, no te vayas.”

“En algún momento tiene que pasar.”

“Si, pero no tiene que ser ahora”

“Sera mejor así.”

“¿Para quién? Porque para mí no lo es.”

“No lo hagas más difícil, por favor.”

“Ya es difícil, ¿acaso no lo ves?”

“Créeme puede serlo aún más.”

“¿Cómo?”

“Pudimos habernos enamorado.”

“¡Ja! ¿Qué te hace pensar que ya no lo estoy?”

“Lo prometiste…”

“Hay promesas que simplemente no puedes cumplir.”

“Suspira…”

“No digas nada. No hace falta que lo hagas. Ya sé que fui una idiota”

“Mi intención nunca fue herirte.”

“La mía nunca fue enamorarme.”

“Desearía haberme enamorado”

“Desearía no haberte conocido.”

Julia y sus cartas al Universo

Querido Universo:

                Si supieras de la de cosas que he tratado de culparte. Desde mis malas decisiones hasta mis más recientes lágrimas. Te he querido culpar hasta de haberle conocido, haberme enamorado y de ahora, tener el corazón roto. Y si lo piensas bien, haz tenido mucho que ver pero, culpa, ninguna. Mejor te cuento la historia para que sepas porque mis ganas de culparte. Le conocí un miércoles, recibí una llamada de mi tía para invitarme al cine. “James va a ir. Para que al fin lo conozcas”, me dijo. Que iba yo a saber que al aceptar esa invitación mi vida cambiaria para siempre. Ni me imaginaba el impacto que iba a tener conocerlo. Cuando le vi por primera vez, rubio, alto, ojos verdes y sonrisa pícara, me dije: “Oh shit, lo he encontrado”. Un pensamiento totalmente irracional ya lo sé pero, yo nunca dije que esta historia fuera a ser racional. Imposible explicarte lo que esos primero momentos me hicieron sentir. Fue una mezcla entre sentirlo todo y nada a la vez. Fue haber descubierto cada nervio en mi cuerpo y poder sentirlos todos a la vez.  Ese, “¿te gusto la película?”. Ese, “un placer conocerte”. Oraciones simples, ya lo sé. Pero a mí, sin saberlo, me cambiaron la vida de a poco.   Ese día, universo, por primera vez en mucho tiempo volví a sonreír. No había quien o que me quitara la sonrisa de los labios. Me parecía tan improbable e irracional haberlo encontrado. ¿Cuáles son las probabilidades de que uno encuentro eso que siempre había buscado? A mí, siempre me pareció que era imposible. Claro, hasta ahora. Si hubiera sabido cuanto mi vida estaba cambiando en ese momento, no hubiera hecho nada la verdad. Porque, a pesar de todo, no encuentro en mi un onza de arrepentimiento. Recuerdo haberle preguntado a mi tía, “¿Cómo se ve sin camisa?”, para ver si, al menos, un defecto físico tenia. A lo que me contesto, “no se ve como tu primo”. Y yo como tonta le fui a creer. Ay, universo, si vieras lo bien que se ve sin camisa. Demás está decir que hasta sin respiración me quede. Pero eso es una historia para otro día.  ¿Ya vas entendiendo por que he querido culparte? Bueno, mejor sigo la historia otro día. Solo quería darte una breve introducción primero. Para que fueras entendiendo.

Con todo y nada,

Julia

La chica del elevador: Carta III

Querido Andrés:

            Esta será mi última carta. Sí, haz leído bien.  No volveré a escribirte. Veras, Andrés, he encontrado al amor de mi vida. Por fin encontré esa persona que es exactamente como siempre quise y esta vez no he tenido que crearla. Esta vez, Andrés, esta vez es real. Y no solo eso, es que es capaz de verme y de gustarle lo que ve. Si vieras sus ojos, Andrés. Son tan azules que ya no me hace falta mirar el cielo. Y ni te cuento como es su sonrisa. Solo te digo que me enamora cada día. Andrés, a él no quiero cambiarlo. A él no quiero crearle historias porque cada día él hace realidad cada historia que me había creado y hasta las que ni se me habían ocurrido. Ahora, Andrés, mi pasatiempo favorito es contar sus lunares.  Con él no estoy pendiente de quien anda en su cama porque la única en ella soy yo. Andrés, ya no necesito imaginarme que me susurran te amo al oído porque él lo hace sin tener que pedírselo. Si vieras, Andrés, como me hacer reír. Como me empuja a hacer cosas que siempre he querido y he tenido miedo. Sus besos despiertan cada uno de mis nervios y mi corazón late a su ritmo. Que te digo, Andrés.  Estoy enamorada, completa e irrevocablemente enamorada.  Y la verdad lo único que quería decirte es, que de ti nunca lo estuve. Que no existes, Andrés. Que de ti ya no queda más que la historia que me cree en mi cabeza. Y al final, me he ido a vivir mi propia historia.


            Con amor,
La chica del elevador



Post Data. Apartamento 5b 

¿Enserio, Universo?

El día está nublado, una brisa ligera se desliza por la Parque de las Palomas. En una de la mesas un chica de pelo rojizo y piel clara mueve su pie casi al mismo son que la brisa. Va vestida con un traje de puntos color rojo y blanco, converse negros y gafas “Rayban”.  En su mano derecha tiene un café bien cargado, mientras que con la izquierda sostiene un libro. Aunque la verdad se le está haciendo difícil poder leerlo. De vez en cuando levanta la vista, mira a su alrededor sin encontrar lo que anda buscando. En su frente se forman arrugas que el simple observador atribuirá al libro que está leyendo, cuando en realidad son producto de la espera.  La chica pone el libro en la mesa, se quita las gafas y vuelve a mirar a su alrededor. Sus ojos, color azul, tienen algunas arrugas producto de tanto reír. Aunque en este momento parezcan triste. Se pone las gafas, vuelve a tomar el libro e intenta por fin entender que es lo que lee. No logra concentrarse, esta vez pone el café en la mesa, vuelve a quitarse las gafas y mira alrededor. Se forman más arrugas en la frente y una que otra en los labios. La chica se vuelve a poner las gafas, toma su café – ya vacío –, se pone el libro debajo del brazo y se dirige hacia el zafacón más cercano. Allí vuelve a mirar a su alrededor, no encuentra nada. Deposita el vaso en el zafacón y camina hacia su apartamento.  Por la entrada sur del parque un chico se acerca casi corriendo, se detiene y mira a su alrededor. Por el norte la chica desaparece detrás de un edificio. El chico se acerca a la mesa donde está sentada la chica, encima descansa una margarita. El chico la toma y se sienta. “He llegado tarde”, piensa. Mientras que la chica se asoma por el mismo edificio donde desapareció. Ha dejado su bolso en una de las sillas…


NOTA: El titulo de este escrito ha sido producto de las miles de conversaciones con una de mis mejores amigas. El credito es todo suyo, por supuesto. 

Enamorarme de ti.


Haberme enamorado de ti ha sido cambiar todas mis ideas. Es no querer perderme ningún amanecer ni atardecer porque me recuerdan a ti. Haberme enamorado de ti es querer que cada llamada sea tuya. Es levantarme y que seas en lo primero que piense. Haberme enamorado de ti ha sido tener expectativas aunque nunca haya creído en ellas. Es mirarte y encontrarte mil defectos, y aun así, en la noche, no poder dejar de pensar en ti. Es tener el color de tus ojos grabado en mi memoria y que tu sonrisa sea mi recuerdo favorito. Haberme enamorado de ti me ha convertido en alguien más liviana.  Es no poder escuchar mi canción favorita sin pensar en ti.  Haberme enamorado de ti ha hecho que mis días parezcan más cortos y mis noches más largas. Es querer verte a cada rato. Es que mi nuevo pasatiempo sea contar cada uno de tus lunares. Haberme enamorado de ti  ha sido mirarte a los ojos y encontrarme en ellos. Oh, y como me gusta lo que veo en ellos. Como me veo en ellos. Enamorarme de ti ha sido que tu risa sea mi sonido favorito. Que el verde/marrón de tus ojos sea mi color favorito. Ha sido que mi día no esté completo hasta saber de ti. Haberme enamorado de ti ha sido saber, por primera vez, que es tener el corazón roto. 

La chica del elevador: Carta II

Querido Andrés:

Si vieras la historia que me he creado en la cabeza. Si vieras la de cosas que hemos hecho juntos. Te recuerdas de ese beso en la mejilla que quedo inmortalizado para siempre. Ese que ahora adorna mi mesa de noche para recordarme todos los días que existes y más que eso, que esa de la foto existe también. Recuerdas la sonrisa que me regalaste aquel día bajo el árbol de tu abuela. Esa que ahora es el salva pantallas de mi móvil. Y que no dejo de mirar por miedo a olvidarla. Que muchas memorias, Andrés. Si vieras la de te amos que me haz susurrado por la noche. La de besos robados que guardo un cajón y que de vez en cuando saco para sentirme viva.  Si vieras, Andrés, la de veces que nos hemos detenido en medio de la nada porque las ganas de besarnos se hacen demasiado. La de veces que haz llamado para escuchar mi voz y yo me quedo callada para torturarte. Si vieras la de veces que he recorrido tu tatuaje con mis manos. Sí, ese que se asoma por las hendiduras de tu cintura. Las mismas hendiduras que tanto me gustan trazar con los labios. Si vieras, Andrés, la de desayunos que hemos comido en la cama. La de revolcones que hemos dado justo antes de partir al trabajo. En fin, Andrés, si te vieras en esta historia, estoy casi segura que ni tú mismo te reconocerías.

Con amor,
La chica del elevador



Post data. He visto que has arreglado los cristales de tu carro y que la rubia ya no anda más en tu cama. Supongo que no te ayudo después de todo. Y yo no encuentro en mí arrepentirme. 

Y esto fue lo que quedo.


Se sentó y lloro por todos esos sueños que nunca pensó que fueran suyos y que ahora que ya no eran posibles los quería. Se sentó y lloro por la posibilidad perdida de algún día encontrar el amor verdadero. Lloro porque nunca sabría que lo que es ser madre o lo que es estar enamorada. Lloro porque se dio cuenta que había nacido para estar sola. Lloro y maldijo su suerte una y otra vez.  Lloro por todos los recuerdos que nunca llegara a tener. Por los millones de te amos que murieron justo antes de ser pronunciados. Lloro por ese traje blanco que nunca va a llegar a usar. Por el rostro de un niño o niña que nunca llegara a conocer. Lloro porque ese día la última esperanza de que los finales felices existan había muerto. Se sentó y lloro hasta que no le quedo una lágrima. Se sentó y lloro hasta que su corazón no volvió a ser el mismo. Se sentó y lloro... 

Tus ojos

Hoy descubrí que tus ojos verdes tienen destellos marrones en ellos. Como si la vida hubiese tenido una batalla interna para decidir si ponerte los ojos de tu padre o tu madre. ¿Te he dicho?, cuanto me gustan tus ojos. Cuanto me gusta perderme en ellos. Es más, me gustan hasta en los días tristes. Me gusta como los entornas cuando sabes que alguien está mintiendo. Me gustan cuando me miran a mí y a nadie más como tratando de ver detrás de la muralla que he puesto alrededor de mi corazón. Me gustan como brillan cuando ríes a carcajadas. Me gustan cuando con ellos intentas decirme todo eso que callas. ¿Te he dicho? Que no puedo dejar de mirarlos. Que cuando preguntaste mi color favorito estuve a punto de decir… el de tus ojos.


Desvelada


Me han desvelado tus sueños. Y mis ganas de querer llamarte a cada rato. Me han desvelado tus pensamientos. Y los míos, que no son de otra cosa más que pensar si me piensas tanto como yo a ti. Me han desvelado tus ganas de cambiar. Y las mías, de que cuando cambies no te olvides de mí. Me han desvelado tus palabras. Y las mías, pero las que olvide decirte por miedo a perder. Me ha desvelado tu mirada. Y mi arrepentimiento de no haberla cruzado con la mía más a menudo. Me han desvelado tus labios. Y los míos, que no dejan de temblar con solo pensar que pueden tocar los tuyos. Me ha desvelado tu sonrisa. Y la mía, que se ha quedado congelada desde que te conocí. Me ha desvelado tu voz. Y la mía, que no suena igual desde que pronuncie tu nombre. Me han desvelado tus manos. Y las mías, que aun sienten la forma de las tuyas. Me haz desvelado tú. Y yo, por esa obsesión de andar soñandote despierta... 

Un último adiós.

Isabel se encuentra sentada en frente de Julián esperando su reacción.

-No entiendo- le dice Julián.

-Veras, Julián, es tan simple como que ni te escojo a ti ni a Marcos. Que me escojo a mí. Que me di cuenta que siempre he sido más feliz cuando estoy sola. Que no me molesta llegar a un apartamento vacío. Que la compañía que más anhelo siempre has sido la mía. Que me gusta estar sola.

-¡Pero!, como que te gusta estar sola, Isabel. No digas tonterías. A nadie le gusta estar solo. Que uno siempre necesita alguien con quien compartir su vida. Y yo quiero compartir la mía contigo.

-Sí, pero yo no contigo. La quiero compartir conmigo. ¿Tan difícil es? ¿Comprender? He nacido para estar sola, Julián. Y si yo lo he podido entender y aceptar. Tú también puedes.

-Es la excusa más estúpida que han usado para cortarme. Muchos más que: “No eres tu soy yo”. Esperaba más de ti, Isabel. Eres una cobarde.

- ¿Ves? Esa siempre ha sido la diferencia entre Marcos y tú. Él puede entender que esto es lo que me hace feliz y lo acepta. ¿Sabes porque? Porque él siempre supe quien en realidad era.

Isabel se levantó de la mesa y le dijo: “Hasta nunca, Julián. Que seas feliz.” Julián no dijo nada, aunque ya no tenía caso que lo hiciera. Isabel sabía que había hecho lo correcto.  Recogió sus maletas y pidió un taxi hacia su nueva vida. Sola.


FIN 

Un último dialogo

A solo días de aquel fatídico día con Julián y Marcos, Isabel se encontraba de nuevo al pie de la puerta del que iba a pasar a ser su ex-apartamento con quien iba a pasar a ser su ex-novio con tres maletas y el corazón un poco roto.

-Perdóname- le susurra Isabel a Marcos, que esta recostado en el marco del puerta con un expresión de angustia en el rostro.

-No tienes por qué disculparte, Isabel. Siempre he sabido que eres un espíritu libre. Y lo había aceptado hace mucho tiempo. Qué más puedo esperar de ti que hacer siempre aquello que te hace feliz.

-Aun así, te debo una disculpa. Porque en nombre de mi libertad y felicidad te he herido. Y esa nunca fue la idea. Créeme.

-Lo sé, pero es algo que no se pudo evitar. No te culpo, sabes, yo siempre supe cómo serían las cosas desde un principio. Y no me arrepiento, valió la pena.

Isabel no pudo evitar querer amar a Marcos como él se merecía. Que fácil hubiese sido su vida si se resignara y se quedara con Marcos. Pero Isabel nunca había sido de las personas que se conformaban y mucho menos le gustaban las cosas fáciles. Si, era un masoquista.   Isabel se acerca a Marcos y lo abraza, mientras le susurra al oído: “Te voy a extrañar y tampoco me arrepiento”. Le da un apretón más, agarra sus maletas y sale de allí antes que las lágrimas comiencen a caer. Todavía le falta una cosa más que hacer, las lágrimas tendrán que esperar. Saca el móvil y marca el número que le era tan familiar como el de Marcos.

-Hola- contestan.

-Julián, tenemos que hablar- le dice, mientras espera un taxi.  


Conocerte.



Conocerte ha sido querer levantarme temprano todas las mañanas. Es querer beber café, aun cuando no me gusta, solo porque es tu favorito. Es querer escuchar cada una de tus canciones favoritas para saber un poco más de ti.  Conocerte es querer usar tu camisa para dormir todas las noches. Es sonreír más y preocuparme menos. Es haberle encontrado sentido a la vida.  Conocerte ha sido descubrir que puedo ser una persona completamente distinta. Es que disipes todos mis miedos para crear nuevos. Es confirmarme que estaba en lo correcto. Es haberme vuelto más valiente. Conocerte es querer dedicarte a Benedetti, Neruda y hasta Rilke también. Es que cada Coca Cola me sepa a ti. Es querer hablar de ti con todos y nadie. Es querer que por primera vez alguien vea como soy y no sólo eso, que también le guste lo que vea.  Conocerte ha sido querer que cada uno de mis días te incluyan a ti. 

La chica del elevador

Querido Andrés:

Soy una idiota. Si, haz leído bien. Soy una idiota. Te preguntaras porque lo digo y porque me dio con comenzar esta carta así. Veras, soy una idiota por haber pensado en un principio que podía cambiarte. Que el conocerme podría crear un cambio en ti. Y la cosa es que siempre había creído que las personas no cambian hasta que te conocí y se me metió en la cabeza que en el fondo eras lo que yo buscaba. Y más que eso, que yo era capaz de distinguir entre lo que querías y no querías. Cuando la verdad no existe tal cosa. Si soy sincera de primera vista pensé que eras uno de esos hombres que andan por la vida con una muralla en el corazón y un bachillerato  en mecanismos de defensa. Que en realidad esa fachada de tipo malo y peligroso solo era una manera de esconder lo que en realidad eras. ¿Qué me hizo pensar eso?, te preguntas. La verdad solo fueron unas tontas palabras que dijiste algún día que andabas pasado de copas y yo también, por supuesto.  Ese día me mentí a  mí misma por primera vez y me hice creer que estaba enamorada de ti y que peor aún, tú eras todo lo que siempre había buscado. Ignore todo lo que odiaba de ti y me hice creer que podría cambiar todas esas faltas.  ¿Ahora comprendes porque he sido un idiota?  Ya ni recuerdo que fue lo que dijiste ese día que me hizo creer que en ti había ese tipo que había buscado toda mi vida. Ahora estarás pensando cual sería el motivo de esta carta y que demonios tienes tu que ver con que yo me haya creado toda esa historia en la cabeza. No tienes nada que ver en todo esto y el motivo de mi carta es para que entiendas porque tu carro tiene dos cristales rotos y uno que otro “golpecito”. Pensándolo bien, tienes mucho que ver. Después de todo has sido el protagonista de este cuento que me he creado en la cabeza y el único que ha venido a pagar las consecuencias. Total ya me di cuenta que no eres lo que quería y que tenía razón con eso de que la gente nunca cambia.
                                                          
                                                                                                          Con amor,                                                                      
                                                                                                                      La chica del elevador                                                                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                                    


Post data. Perdona lo de tu carro, pero no tengo ni un euro para pagarte. Quizás la chica que ahora anda en tu cama te pueda prestar el dinero.

Un paréntesis en la vida de esta escritora

E Isabel, por supuesto...

Le comentaba a una amiga el otro día que se me estaba haciendo difícil poder terminar la historia de Isabel. Que de todos mis personajes era ella quien siempre me daba más trabajo.  Quizás porque Isabel era una mezcla entre la persona que soy y la que me gustaría ser.  Isabel nació del deseo de poder hacer todo lo que quiero y del miedo de hacerlo y arruinarlo todo.  Isabel se ha llevado pedazos de mi alma cada vez que la escribo. Se ha convertido en mí y en todos a mí alrededor. Isabel ha sido mi aliento, mi pena, mi alegría, mi tristeza y mi libertad. La cuestión es que yo sé cómo termina la historia de Isabel. Sé a dónde Isabel va a parar a llegar, pero no quiero admitirlo. Porque no va a ser fácil el camino que va a tomar, no va a hacer fácil las decisiones ni mucho menos las consecuencias, no va a ser fácil llegar a ese último lugar. Y como toda madre, aunque ficticia, me negaba a que Isabel pasara por tanto sufrimiento, a que cometiera tantos errores. Lo que entendí hace unos días es que para que Isabel pueda crecer, madurar, ser feliz, va a tener que pasar por todas estas cosas. Por días me negaba a creer que ese iba a ser el final de Isabel, que era allí donde terminaría. ¿Pero saben que es lo que pasa? Que ese final que no quiero para ella es el que ella se empeña en buscar y querer. Y quien soy yo para negarle algo. Total, al final, llego a ser feliz.   




Post data. No, no estoy loca. Y si, si hablo de mis personajes como si fueran reales. Para mí lo son. 

¿En búsqueda de la libertad, dices?

*Alguien me escribió preguntándome si podía escribir algo que pudiera hacerlo entender un poco más a Isabel.  Mi primera reacción fue, pero si ni siquiera yo misma la puedo entender. Días después nació esto, espero que con ello, si no llegan a entender a Isabel al menos puedan llegar a
conocer un poco más de ella. 


Isabel siempre había sentido la necesidad de ser libre. Desde qué era pequeña había peleado por esa libertad. Se había enamorado mucho más tarde que los demás porque siempre había creído que enamorarse era dejar de ser libre. Nunca dejaba que nadie le dijera como debía vivir su vida. Vivía, constantemente, huyendo de todo aquello que le producía algún sentimiento de asfixia. Casi nunca se comprometía a nada, en nombre de esa misma libertad. No creía en el matrimonio porque pensaba que era imposible que dos personas se hicieran esa clase de promesa y cumplirla. Le parecía hipócrita pararte frente cientos de personas y prometerle a alguien más amarlo “hasta que la muerte los separe”. Había luchado contra muchos para encontrar esa libertad que tanto anhelaba. Se había ido de Madrid cuando tenía tan solo 17 años, dejando atrás todos los lujos y privilegios, para mudarse a una ciudad que apenas conocía y trabajar en una pequeña cafetería en donde su salario dependía del humor de los clientes. Su padre había peleado, amenazado y suplicado para que no se fuera. Diciéndole cosas como que, si se iba no iba a obtener ni un centavo de su herencia ni mucho menos lo volvería a ver. Isabel se había marchado a pesar de todo eso. El día en que tomo la decisión fue cuando se dio cuenta de que a pesar de haber luchado tanto realmente no era libre. Quienes la conocían pensaban lo contrario, que ella era la persona más libre que hubieran conocido y eso le apenaba. Vivió esos 17 años buscando una libertad que no sabía que ya tenía. Incontables fueron las crisis que tuvo pensando en cómo escapar de su prisión. Fue en un día de abril, particularmente malo, que se había dado cuenta que todo este tiempo ella había sido la responsable de mantener cerrados los candados en su prisión. En ese momento sin pensarlo compro un boleto de avión hacia Nueva York. Llego a la ciudad con un par de maletas, un poco de dinero y el corazón roto. Extrañamente nunca se había sentido más feliz ni más libre que aquel día parada frente a las puertas del aeropuerto sin tener ni puta idea a adonde ir….


Monólogo Interno: Parte X


*un suspiro* Si, solo uno. Más de uno sería demasiado egoísta. Hoy por primera vez les voy a hablar del amor. Si, se lo que están pensando, que mi blog está lleno de escritos sobre el amor, y es cierto. La cosa es que yo escribo sobre el amor, creo historias de amor, pero nunca hablo del amor. De lo que en realidad es el amor o al menos en lo que nosotros lo hemos convertido. ¿Cuándo fue que lo convertimos en nuestra excusa? He perdido la cuenta de cuantas veces he escucha a alguien decir: “Es que no quiero que termine porque aun lo amo”. Como si el que aun amaras a una persona cambiara todo lo malo que hay en la relación.  Sé que sueno un poco fatalista, pero es la verdad. Lo más difícil que he tenido que aprender es que en ocasiones el amor no es suficiente.  Tenemos las respuestas a nuestras preguntas justo al frente de nosotros, pero no queremos verlas. ¿Porque es tan difícil dejar ir algo que no está funcionando? Entendería que fuera difícil dejar ir algo que aún está “bien”, pero al parecer duele más dejar ir aquello que no funciona.  No estoy juzgando a nadie, yo también he pasado por esto. Para mí también ha sido difícil dejar ir algo que no funciona, es más, algo que sé que no es lo que quiero.  Por lo mismo no puedo dejar de preguntarme, ¿por qué? ¿Por qué no quedamos cuando sabemos que algo no está funcionando? ¿Por qué aguantamos y alargamos la tortura? Muchos responden con la palabra amor. Pues yo creo que no es amor, que es más orgullo. Que es más el miedo a quedarse solo. El miedo a no volver a encontrar el amor de nuevo. Que razones más estúpidas, ¿verdad? Cuantas veces no las he dado para luego sentirme como una idiota. Porque la verdad si lo piensan bien son razones sin sentido. Porque como le dije a una amiga yo prefiero pasarme toda la vida buscando aquello que quiero y quedarme sola, que quedarme con alguien que me hace sentir igualmente sola. Tenemos que dejar a un lado esas ideas románticas que allá fuera existe un amor perfecto, no lo hay.  El amor no es perfecto, y me alegro que no lo sea porque yo no lo soy. El amor es imperfecto. Es amar a esa persona a pesar de sus imperfecciones. Es pelear con esa persona  y que nunca te pase por la cabeza dejarla, a la misma vez que sabes que ella tampoco te dejara ir. Pero también es saber cuándo dejar ir. Cuando ha sido suficiente. El amor es dar, pero también recibir a cambio. Es nunca pensar que estas pidiendo demasiado. El amor es difícil, complicado y en ocasiones molesto. Pero nunca es masoquista, ni tortura y mucho menos es angustia.  Así que, ¿porque no me empeñamos en hacerlo más difícil de lo que ya es? Ojala ese fuera el único problema, pero no nos conformamos con hacerlo más complicado, con no dejarlo ir cuando debemos o hacerlo nuestra excusa,  no. Queremos más. Así que, cuando ya lo hemos dejado ir nos pasamos días y semanas, hasta meses, pensando en ello. Repasando todas las cosas que hemos hecho. Dudando si fue la decisión correcta. Siendo ilógicos echándonos culpas que no son nuestras. Torturándonos con los malditos que hubiera sido. *otro suspiro* Que complicado, ¿no? Que complicados somos. Que mucho complicamos las cosas. Bueno, pero que se yo de todo esto. Después de todo he escrito todo esto y lo pienso, pero a la hora de la verdad hago todo esto y más. Supongo que con el amor todo sentido se va por la ventana. 

Bésame.


Bésame. Aunque no sepa si quiero que lo hagas. Aunque mis manos se mueran por acariciar tu rostro y a la misma vez no hagan otra cosa que alejarte. Aunque mi corazón  palpite de miedo  o emoción porque ya para mí son lo mismo. Aunque mis labios  tiemblen de ganas y de decir que no. Bésame. Aunque en la mañana me arrepienta para luego volver a querer que lo hagas.  Aunque compare tus besos con otros y a la misma vez no encuentre comparación alguna.  Aunque mis ojos te supliquen que esperes un segundo más. Bésame.  Para saber si quiero que lo sigas haciendo. Aunque te diga una y otra vez que no quiero que lo hagas. Bésame. Y compruébame, así, que estaba equivocada.  

El mundo está de cabeza.


Isabel esta petrificada al pie de las escaleras. Por su cabeza lo único que pasa es joder, joder, joder. Le parece todo un sueño o mejor dicho una pesadilla porque es imposible que Julián y Marcos estén en el mismo lugar. Isabel no sabe qué hacer.  Mientras debate que hacer, Julián toma la decisión por ella.

-Isabel, espero no interrumpir. Solo vine a devolverte tu libro- Isabel solo escucho su nombre. Julián nunca la llamaba Isabel, ni siquiera aquel fatídico día en que todo había acabado. 

-Gr…Gracias. Ni siquiera me había percatado de que lo había dejado. – contesto Isabel, tan bajito que casi no la pudieron escuchar.

-¿Te gustaría pasar? Lo menos que podemos hacer es ofrecerte algo de tomar. Después de todo vienes desde la ciudad a entregarle un libro a Isabel.- hablo por primera vez Marcos.  Isabel quería matarlo. ¿Julián en su apartamento?  Quizás podría fingir que se desmayaba, así no tendría que enfrentar nada de esto. La verdad no cree que tenga que fingir mucho. Julián vuelve a tomar la decisión por ella.

-Gracias, pero no hace falta. Solo pasaba a entregarle el libro. Tengo que estar en otro lugar, pero imagine que Isabel quería su libro de vuelta antes del examen- Ahí está de nuevo, su nombre. Si Julián supiera cuán difícil es escucharlo llamarla Isabel.  

-No tenías por qué molestarte, tengo otra copia.  De todos modos gracias por traerlo.- Isabel le contesto, mirándolo a los ojos tratando de transmitirle lo mucho que significaba su visita aun cuando no pudiera decirlo. Julián desvía la mirada, mandíbula apretada.   

-Cierto, es solo un libro. Perdona la molestia- le devuelve, mirándola a los ojos. Isabel quiere gritarle que no es solo un libro. Que es más que eso. Que se ha convertido en todo, pero en la puerta Marcos la mira confundido. Isabel camina hacia él y le toma la mano. Marcos le sonríe e Isabel se siente aún más culpable.

-Sí, es solo un libro. Gracias de todos modos- logra decir, aun cuando tiene un nudo en la garganta. Julián le extiende el libro, sin mirarla, se gira y se va sin decir nada más. Isabel lo ve irse y no puede evitar las ganas de salir corriendo detrás de él. No, no puede hacer eso. Aprieta el libro contra su pecho y se vuelve hacia Marcos.

-Te extrañe hoy. Quizás más que nunca.- le dice. Pone una mano en su mejilla y lo besa suavemente en los labios. Marcos la acerca hacia él y la rodea con sus brazos.

-Yo también te extrañe. Por cierto, tu amigo es un poco extraño e intenso.- dice Marcos riendo.

-Sí, lo es. Vamos, entremos, tengo mucho que contarte- contesta Isabel mientras le toma de la mano y entran al apartamento. Isabel no puede evitar pensar que esas no serían las palabras que utilizaría para describir a Julián.  Infinito. Si, esa sería una mejor palabra. Lo que no sabía Isabel era que en aquel libro había subrayada una oración que cambiarían todo…

Mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites…”

Monólogo interno: Parte IX


Imagínate obtener todo aquello que siempre has deseado. El carro, la casa, poder viajar por el mundo, el empleo deseado, que la persona que amas te amé devuelta, cualquier cosa que desees. No tienes que tan solo pensarla y ya la tienes. ¿Te lo imaginaste? Se siente bien, ¿verdad? ¿Pone una sonrisa en tu rostro? Bien. Ahora imagínate que pierdas todos eso, puff, de repente ya no tienes nada. O peor aún que eso que siempre querías tener resulte no ser lo que pensabas, resulte ser que no te llena o que no te hace sentir como pensabas. Y ahora, ¿cómo te sientes? Se fue la sonrisa, ¿verdad? Ustedes se preguntaran a donde voy con todo esto. Les parece hasta cruel de mi parte. Apuesto que tienen la frente fruncida preguntándose que demonios hacen leyendo esto. Pues la verdad hice todo este ejercicio porque a veces deseamos cosas sin saber mucho de ellas, sin saber si en realidad no harán felices. Las deseamos porque otras personas las tiene, o porque es lo último de la moda, o porque todo el mundo lo está haciendo, quizás hasta porque nos dan un cierto sentido de seguridad.  Lo que pasa con desear cosas de la cuales no sabemos mucho es que, usualmente cuando por fin las tenemos no nos hacen felices y lo peor ya no podemos devolverlas. Por ejemplo, deseamos con todas nuestras fuerzas que esa persona de la cual llevamos años enamorada se enamore de nosotros. Sin pensar que no sabemos absolutamente nada de ella. ¿Cómo puede uno estar enamorado de alguien que no conoce? Y entonces, casi como un milagro, esa persona por fin se fija en ti. Es más, hasta podemos decir que se enamora de ti y tu, entonces, te das cuenta que después de todo no era lo que querías. No suena justo, ¿verdad? Pareciera que es una broma del destino, otorgarte lo que quieres para más tarde arrebatártelo o jugarte semejante pasada, pero, ¿en realidad es culpa del destino? ¿O de nosotros?  Por querer cosas sin conocer muy bien eso que queremos. George Bernard Shaw escribió: Hay dos tragedias en la vida. Una es perder lo que tu corazón más desea y la otra, conseguirlo. Yo creo que tenía razón. Yo creo que ambas van de la mano. Que el universo no te otorga aquello que más deseas sin alguna condición por el lado y es ahí cuando se convierte en una tragedia. 

210 días


210 días hace que ya no estás en mi vida. 210 días de extrañarte todo el día. De estar a punto de levantar el teléfono para contarte mi día. 210 días de solo pensar en los si hubiera, en los que habría sido. 210 días de insomnio por no poder parar de pensarte. 210 días de que me pregunten por ti y tener que responder que ya no estas. 210 días de preguntarme si me piensas como yo lo hago, constantemente. 210 días de recuerdos, de palabras y silencios. 210 días de querer y no querer que vuelvas. 210 días de comer a medias o no comer nada.  210 días de ganas de ti, de escucharte,  de verte o tocarte y a veces las tres que es mucho peor. 210 días de sentarme aquí repasando todo lo que paso para intentar descubrir cuando fue que todo se fue a la mierda. 210 días de querer y no querer olvidarte. 210 días con tu lado de la cama vacío. 210 días de esperar que suene el teléfono. Nunca lo hace. 210 días de caminar por las calles y verte en cada esquina. 210 días de ese segundo justo antes de levantarme en el que se me olvida que ya no estas. 210 días….de amarte y odiarte, que se ha vuelto la misma cosa....210 días. 

Monólogo Interno: Parte VIII


Recuerdo haber tenido una crisis existencial cuando cumplí veintitrés y al parecer se ha convertido en algo que pasa una vez al año. A unos días de mi cumpleaños me voy desesperando cada vez más. Porque será que cuando cumples año es cuando más consiente te sientes del tiempo que ha pasado. Cuando más consiente te vuelves de las cosas que creías que para este tiempo habrías logrado y que aún no has hecho. Pues sí, resulta que se puede cumplir veinticuatro y tener una crisis. Recuerdo que cuando tenía dieciséis, y no tenía idea de lo difícil que sería la vida, pensaba que ya para cuando tuviera veinticuatro o veinticinco tendría toda mi vida resuelta. Si pudiera hablarle a esa chica ingenua le diría que las cosas no siempre son tan fáciles y no siempre resultan como uno quiere. Claro está, después de darle una cachetada para que despierte. Si, lo sé, suena cruel, pero no puedo evitar querer que alguien lo hubiese hecho. Que alguien me hubiese dicho que en la vida no todo es blanco y negro, que también existen áreas grises. Que no siempre caminamos el camino que creíamos era para nosotros, pero que está bien si nos desviamos. Que los sueños y las metas cambian a lo largo del tiempo y que no hay nada malo en ello. Que se puede tener casi veinticuatro y no saber aun lo que quieres con tu vida. Que está bien equivocarse, pero que también está bien tener la razón. Que no hay nada de malo en creer en cosas que los demás no creen porque si yo soy capaz de sentirlo alguien allá fuera también es capaz. Que está bien tener esperanzas, pero que uno tiene que aprender cuando dejarlas ir. Que el amor nunca es como lo pintan y que no voy a saber lo que es hasta que lo experimente. Que está bien querer hacer algo porque te gusta y no porque te deja dinero. Que está bien creer, soñar, tener altas expectativas y no querer darse por vencido. Pero sobre que todo que me hubiesen dicho que no importa el camino que tome, cuantas veces me desvíe o me pierda siempre voy a terminar donde debo aun cuando eso sea donde menos me lo imaginaba. Y que al final todo estará bien. 

Cuatros pisos y un edificio de recuerdos.


Isabel se detiene a tomar un respiro, se quita los zapatos y se dispone a subir los cuatro pisos para llegar a su apartamento. Libros en una mano, zapatos en la otra y su mochila en la espalda. Días en los que tiene que subir los cuatro pisos con un revolú de cosas le parece que carga el peso del mundo en sus hombros. Suspira. Un escalón, y recuerda la sonrisa de Julián. Dos escalones, recuerda su voz. Tres escalones, recuerda su mirada. Ya para cuando ha subido el primer piso ha pasado por su cabeza la película completa. Solo tres pisos más. Tres pisos de recuerdos, de palabras pronunciadas y no pronunciadas también. De segundas oportunidades. De pena, risa, lagrimas, Benedetti y Neruda también. Es extraño como su historia no la ha medido el tiempo si no los poetas y escritores de sus vidas. Benedetti ese primer día, Neruda unas semanas después, Poe cuando tres meses habían pasado, Twain a mitad del año y al final volvemos a Benedetti con sus puentes como liebres. Solo dos pisos más. Dos pisos de una historia dejada a medias. De decisiones difíciles. De demasiada realidad y poca magia. Solo un piso más. El peor. El más difícil de subir. El que siempre la engaña haciéndole pensar que ha llegado cuando aun le faltan por subir 18 escalones más. Recuerda haberle roto el corazón. Recuerda los noches de sueño perdido. Seis escalones, recuerda su voz leyendo a Benedetti. Cinco escalones, recuerda sus correos a mitad de la noche con un simple: Te extraño. Cuatro escalones, recuerda los planes dejados a media. Tres escalones, recuerda las palabras espero que nunca seas feliz. Dos escalones, recuerda una despedida. Un escalón, recuerda el vacío. Isabel llega la puerta y allí, esperándola, Julián con una vieja copia de Benedetti en las manos. En el mismo momento que sus miradas se encuentran la puerta de su apartamento se abre y Marcos aparece. Julián y Marcos. Juntos. ¡Joder! 

Les presento a Rainer Maria Rilke

Son muy pocos los poetas que me gustan, pero sin duda Rilke es uno de mis favoritos.  Aquí un pedazo de él:  

“I’m alone in the world, and yet not alone enough to make each hour holy. I am lowly in this world, and yet not lowly enough for me to be just a thing to you, dark and shrewd. I want my will and I want to go with my will as it moves towards action. And I want, in those silent, somehow faltering times, to be with someone who knows, or else alone. I want to reflect everything about you, and I never want to be too blind or too ancient to keep your profound wavering image with me. I want to unfold. I don’t want to be folded anywhere, because there, where I’m folded, I am a lie.”

Creo que aún no he leído palabras que me describan tanto como estas ni más hermosas. Cuéntame, ¿Cuál es tu poeta favorito? 


Más allá de las probabilidades


Isabel está sentada en su mesa habitual en la biblioteca. Distraídamente pasa la mano por la parte inferior de la mesa, trazando con el dedo la iniciales allí marcadas. IC. Las había puesto allí la primera vez que se topó con la mesa que se encontraba alejada de las demás y en el rincón más obscuro de la biblioteca. Cuando Isabel la vio le pareció perfecta y como todo lo que le parece así, dejo su huella. Cada vez que algo la perturbaba iba allí y casi en automático, trazaba las letras hasta calmarse. Ese día ni eso había podido calmarla. Rodeada de libros con nombres como "Law, Justice and Society: A sociolegal introduction" o "Constitutional Law" y si, escondido entre esos títulos se encontraba Benedetti, Isabel no dejaba de pensar. En su vida. En el futuro. En las cuentas que le faltaban por pagar. En los sueños que le faltaban por cumplir. En las decisiones que había tomado y en las que les faltaba por tomar. En aquel correo electrónico que le había cambiado la vida. Sobre todo en Julián. Julián al que sin querer había herido. Lo peor es que lo había hecho con la verdad y por alguna extraña razón eso lo hacía mucho peor. Hacían ya semanas de aquel mundano día en que le escribió aquel correo. Todavía resuenan en su cabeza las palabras que le escribió..." tengo que dejar de correr, Julián..." "...Quizás algún día, como en la historia, tendremos nuestra oportunidad..." En estos momentos Isabel piensa como se equivocaron al pensar que la verdad duele mucho menos que una mentira. En estos momentos no parece así. Respira profundo. Había hecho lo que debía hacer, no había duda de ello. El problema era que aún le pesaba. Aún le costaba verificar su correo y no encontrar nada él. Y una parte de ella, aunque muy pequeña, se preguntaba si había hecho lo correcto. Su mente sabía eso, ahora, su corazón era otra cosa. No sabía de razones ni mucho menos de lo correcto. En qué lío se había ido a meter y la cuestión era que no encontraba en ella arrepentirse. No, no se arrepentía. Ni de conocerlo. Ni de haberle llegado a querer. Ni mucho menos de aquel correo donde le rompió el corazón. ¡Joder! Sonaba como una completa idiota. Frustrada decidió finalmente irse a su apartamento. Recogió sus libros, se despidió de Maggie, la bibliotecaria, y se marchó. Y sin querer o sabiendas, como ustedes decidan, dejo el libro de Benedetti en la mesa. Y dentro, marcado, lo siguiente... ¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti? Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí, porque todas las noches me torturo pensando en ti. ¿Por qué no sólo me olvido de ti? ¿Por qué no vivo sólo así?...

Las estrellas de Charlotte III

....

No puedo evitar soltar una carcajada. Solo Emma puede resumir una historia tan larga y complicada con tan solo cuatro palabras. Aunque la verdad tiene razón.

-Tienes razón, pero entiéndeme. Que hay días en los que me parece que no ha pasado. Días en los que me despierto y por un momento pienso que todavía sigue conmigo. Y es ahí cuando el dolor, de repente, se hace más fuerte. ¡Joder! Lo he vuelto a hacer. Vale, vale que es tu cumpleaños y como bien dices, no mi día ni mucho menos el de Luis. Te tengo una sorpresa.

-¿Una sorpresa? Lo que pienso es que no tienes nada planeado y acabas de sacarte la sorpresa de debajo de la manga.  Te conozco, Charlotte.

-Para nada. Te lo juro. Llevo semanas preparando tu sorpresa. Es más, hace días que ya la tengo.

Charlotte está mintiendo por supuesto y se siente mal por ello, pero que debía hacer. La verdad no había tenido cabeza para pensar en el cumpleaños de Emma. Se dispone rápidamente a pensar que sorpresa puede hacer en tan corto tiempo. 

-Ya, Ya. Te creo. Bueno entonces, ¿Cómo debo vestirme? ¿A dónde vamos? ¿Debo empacar? Tienes que decirme algo al menos.

-Nada de eso. Dentro de una hora estoy en tu casa.

-Vale. Te espero.

Charlotte cuelga y sale corriendo hacia su ordenador. Entra en la página de una de las aerolíneas famosas y se dispone a buscar el boleto más próximo hacia Paris. Sonríe. A Emma le va a encantar su idea. Con en el cursor encima de la palabra “Reserve”, en contra de su voluntad, llegan los recuerdos.

Hace un año y medio atrás

-¿Me prometes que iremos a Paris algún día?-pregunto Charlotte esperanzada.

-Te lo prometo. Y nos subiremos a la Torre Eiffel y allí te prometeré nunca dejarte. Para que de una vez me creas.  – le contesto Luis sonriendo.

-Vale. Solo así podre creerlo. – le devuelve Charlotte sonriendo, mientras se acerca y le da un suave beso en los labios.

Charlotte maldice el momento en que comenzó a creer en aquella promesa. El momento en que creyó que él nunca la dejaría. Que tonta, debió haber esperado a que le llevara a Paris. Charlotte pulsa “reserve” mientras piensa que no necesita a nadie para ir a Paris. Es algo que puede hacer por sí misma o mejor aún, con amigas como Emma. Sonríe. Si, irán a Paris. 

Las estrellas de Charlotte II por Yésica Isabel

AVISO
Esta parte de la histora, aunque publicada en mi blog, fue escrita por Yésica Isabel de Hilo Rojo. Hemos escrito esta historia juntas y esta es su proxima parte. Nada de lo escrito en este post me pertenece. 


...

Entonces, volvió a quedar en segundo plano Emma, pero ella ya estaba acostumbrada. Sabía que luego de mi momentum de frustración, volvería ser ella y su cumpleaños lo más importante.

"No logro entender por qué debo querer lo que no puedo tener". 

"Válido cuestionamiento Charlotte", me dijo para luego quedarse callada como dándome permiso para continuar.


"Recuerdo que siempre dije que hablar con la verdad sería fácil y que prefería que me hirieran con la verdad a que me sanaran con una mentira. Entonces llegó ese jueves, 14 de marzo. Yo estaba tan despreocupada ese día. Era un día de esos sin mucha algarabía, un día de rutina. Pero yo estaba feliz, feliz con esa rutina, de ir al trabajo en el centro de la ciudad, salir a eso de las cinco y luego ver a Luis. Ese día todo estaba donde siempre, mi balance, mi alegría, mi tristeza... hasta que a Luis se le ocurrió ser sincero y yo me arrepentí al instante de haber abogado siempre por la verdad. Me había equivocado. 'Yo me he dado cuenta que esto no es lo que quiero'. Claro, yo no imaginaba nada de eso. Esas palabras me llegaron tan desprevenidas como la primera navidad con nieve en Madrid. Once meses de promesas por la mañana terminaron ese jueves a eso de las cinco y cuarenta de la tarde. Él ni esperó a llegar a mi apartamento, lo dijo mientras caminábamos hacia el coche luego del trabajo, pues trabajaba a una cuadra de distancia de mí y habíamos acostumbrado a encontrarnos antes de partir a casa".


"Ya, ya -interrumpió Emma- que ya me sé como termina la cosa. Es la tercera vez en cinco días que me explicas la misma historia, aunque esta vez me pareció un tanto menos entretenida o más aburrida, tú decides - dijo sin endulzar sus palabras- Quizá es porque es mi cumpleaños, no sé".


"Gracias Emma, siempre tan comprensiva".

"... Ok, Charlotte, tienes que ver algo que por tu alma enredada no estás logrando ver y es lo único que voy a decir, porque hoy es mi día y no el de Luis y Charlotte!! -dijo riendo- Eso que cuentas se escucha muy lindo, muy bonito, muy coherente, muy en su justo lugar pero yo lo puedo resumir en cuatro palabras: Luis es un gilipollas. No lo adornes más. A dónde vamos hoy!!?" -YINQ© 2013

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¿Quieres leer la primera parte de la historia? Lee: Las estrellas de Charlotte