¿En búsqueda de la libertad, dices?

*Alguien me escribió preguntándome si podía escribir algo que pudiera hacerlo entender un poco más a Isabel.  Mi primera reacción fue, pero si ni siquiera yo misma la puedo entender. Días después nació esto, espero que con ello, si no llegan a entender a Isabel al menos puedan llegar a
conocer un poco más de ella. 


Isabel siempre había sentido la necesidad de ser libre. Desde qué era pequeña había peleado por esa libertad. Se había enamorado mucho más tarde que los demás porque siempre había creído que enamorarse era dejar de ser libre. Nunca dejaba que nadie le dijera como debía vivir su vida. Vivía, constantemente, huyendo de todo aquello que le producía algún sentimiento de asfixia. Casi nunca se comprometía a nada, en nombre de esa misma libertad. No creía en el matrimonio porque pensaba que era imposible que dos personas se hicieran esa clase de promesa y cumplirla. Le parecía hipócrita pararte frente cientos de personas y prometerle a alguien más amarlo “hasta que la muerte los separe”. Había luchado contra muchos para encontrar esa libertad que tanto anhelaba. Se había ido de Madrid cuando tenía tan solo 17 años, dejando atrás todos los lujos y privilegios, para mudarse a una ciudad que apenas conocía y trabajar en una pequeña cafetería en donde su salario dependía del humor de los clientes. Su padre había peleado, amenazado y suplicado para que no se fuera. Diciéndole cosas como que, si se iba no iba a obtener ni un centavo de su herencia ni mucho menos lo volvería a ver. Isabel se había marchado a pesar de todo eso. El día en que tomo la decisión fue cuando se dio cuenta de que a pesar de haber luchado tanto realmente no era libre. Quienes la conocían pensaban lo contrario, que ella era la persona más libre que hubieran conocido y eso le apenaba. Vivió esos 17 años buscando una libertad que no sabía que ya tenía. Incontables fueron las crisis que tuvo pensando en cómo escapar de su prisión. Fue en un día de abril, particularmente malo, que se había dado cuenta que todo este tiempo ella había sido la responsable de mantener cerrados los candados en su prisión. En ese momento sin pensarlo compro un boleto de avión hacia Nueva York. Llego a la ciudad con un par de maletas, un poco de dinero y el corazón roto. Extrañamente nunca se había sentido más feliz ni más libre que aquel día parada frente a las puertas del aeropuerto sin tener ni puta idea a adonde ir….