Monólogo Interno: Parte VII


Nunca entenderé porque la gente tiene tanto problema en aceptar nuestras decisiones. Porque les cuesta tanto aceptar lo que queremos. Porque es tan difícil entender que a algunos nos gusta dormir hasta tarde. Que a veces gastamos todo el dinero en libros y no nos arrepentimos. Que estamos en quiebra por haber viajado más de lo que debíamos, pero que tampoco nos arrepentimos. ¿Por qué es tan difícil aceptar a las personas tal cual son? Es como si al no ser como las personas quieren que seamos los estamos ofendiendo. Que somos culpables de no concordar con la imagen que tienen de nosotros. Porque es tan difícil entender que algunos queremos hacer nuestro bachillerato en arte, música o literatura. Que algunos  estamos contentos con no tener mucho dinero, pero aun así ser felices. Que estamos contentos con no ser igual que los demás. Que nos gusta tener altas expectativas aun cuando un número considerable de gente piensa que es una pérdida de tiempo. Que manía de la gente de ponernos una etiqueta. De encasillarnos en un rol determinado. De creerse con el derecho de manejar nuestras vidas. Que manía de querer manipular a uno a ser lo que se considera “normal”. Pues yo me niego a ser normal. Me niego ser como los demás quieren que sea. Me niego a ser un robot rutinario que solo hace lo que le dicta la sociedad. Si eso me hace ser anormal, pues, realmente no me importa.  Alguien hace unos días me pregunto qué porque gastaba tanto tiempo y dinero en libros. ¿Enserio? Creo que ha sido la pregunta más estúpida, perdonen mi vocabulario, que me han hecho. ¿Saben que le conteste? Que si había tenido la desfachatez de preguntar semejante cosa, que no merecía mi respuesta porque al fin al cabo no la iba a entender. ¿Cuál es el problema con que me gusten los libros? ¿Con que gaste la mayoría de mi dinero en ello? ¿Ofendo a alguien haciéndolo? La verdad siento lastima por aquellas personas que no lo entienden. Que nunca tendrán la oportunidad de saber qué es lo que se siente poder transportarte a otro mundo.  Ese sentimiento de no estar solo porque de alguna manera los personajes andan sintiendo lo mismo que tú. Ese sentimiento indescriptible que se siente al abrir un libro por primera vez. El sonido mágico de las páginas al pasar. El olor de algo nuevo y viejo a la misma vez. Así que, a la persona que me pregunto eso y a las que de seguro me preguntaran en un futuro les digo: “Shame on you” 

Un día en la vida de Julián.


Camino al trabajo Julián no hace otra cosa más que pensar en Isabel. Isabel, con su sonrisa tímida. Isabel, con sus mejillas sonrojadas. Isabel, Isabel, Isabel. Pareciera que es el único nombre que tiene en la cabeza. Mil veces se pregunta cómo fue que se fue a meter allí, si lo de ellos casi casi había sido un accidente. Julián sin querer suelta un carcajada, si lo escuchara Isabel. La puede escuchar diciéndole, “no hay tal cosa como los accidentes, Julián.”  Tan metido esta que no se percata que su amigo Jorge está a solo unos pasos de él. Hablaron de lo trivial primero por eso de lo costumbre y no verse tan desesperados. Julián movía las manos, impaciente, queriéndole contar a Jorge sobre Isabel, pero como contarle sin sonar como un completo idiota. Por otro lado, Isabel era algo que le costaba contar por miedo a que no fuera real.

-¿Has vuelto a hablar con la chica?- le pregunta Jorge sonriendo. Fue casi como si le leyera la mente.

-¿Qué chica?- le contesta Julián, ahora si haciéndose el idiota.  

-No andes con rodeos, Julián, que sé que mueres por hablar de ella. ¡Joder! Que no has dejado de mover tus manos desde que comenzamos hablar. Y justo antes de hablarte tenías una expresión en la cara como de alguien que esta tan metido en su cabeza que ni recuerda por dónde camina.  –Se ríe de nuevo- Venga Julián, que soy yo. Cuéntame que pasa.

-Que te digo tío, que me tiene la cabeza hecha un lio. Que no hago más que pensar en ella. Quiero hablarle todos los días. Quiero escucharle todos los días. Quiero verle todos los días.- suspira- Pero simplemente no se puede. Yo no soy una prioridad en su vida. Antes que yo están otras cosas mucho más importantes. Si la vieras, es casi como si no le importara. El otro día le pregunto qué expectativas tiene para cuando nos veamos el sábado, ¿y sabes lo que me contesto? Que ninguna. Que ella nunca tenia expectativas porque así cuando algo bueno pasara la sorprendería y si no, pues no la decepcionaría. –suelta una carcajada- En lo que me ido a meter.

-Suena como que Isabel tiene carácter. ¿Qué piensas hacer? ¿Vais a seguir a hablando?

-Creo que ya no tengo ninguna otra opción. Le quiero demasiado.

- ¿No te cansa? ¿Que a veces sea tan fría?

-Pues no, me he resignado a quererla así. Total así la conocí. Voy a disfrutar de los momentos que aparece y tratar de no sufrir tanto en los que desaparece. 


*Continuara...
**¿Quién es Isabel? Conoce de ella en: Estadísticamente Probable. 

←Llegadas.Salidas→


Sentada en el aeropuerto, Marina, ve como de a poco van llegando los pasajeros. Uno a uno y el terminal se va vaciando. Sentada allí ve como con cada uno de ellos la esperanza de que él estuviera en ese avión se va disipando. Ya en el terminal solo quedan unas cuantas personas y ninguna de ellas es Federico. Le ha mentido. No ha llegado. Mientras tanto se ve como una familia entera abre un cartel que dice bienvenidos. Marina escucha risas, pero es como si las estuviera escuchando desde muy lejos. No ha venido. Realmente no ha venido. De todas las personas esperando ha sido la única que se ha quedado precisamente así, esperando. Ya en el terminal solo quedan las azafatas hablando animadamente. El capitán les dice algo, se ríen y desaparecen en el largo pasillo. No ha llegado. Realmente no ha llegado. Su corazón se niega a aceptarlo mientras que su mente no deja de gritarle te lo dije. Marina no sabe cómo pararse y finalmente irse de allí. Lo ha intentado tres veces. En las tres sus piernas han temblado tanto que no puede caminar. ¿Por qué le ha mentido? ¿Por qué decirle que le esperara allí? Mira su móvil a ver si por algún milagro hay un mensaje o buzón de voz con una explicación. Nada. Su móvil, el silencioso asesino que acabo por matar sus últimas esperanzas. Marina se levanta y camina hacia la salida. En la silla que habitaba hay una nota estrujada que lee lo siguiente:
Terminal 15. 3:42 am. Te espero.   

Y a lo lejos, en la correa de los esquipajes, da vuelta una maleta que nadie ha reclamado. 

Una historia para Sofía: Parte II


“Muy bien Sofía, ¿donde fue que no quedamos?”  “Alma pensaba que estaba enfermaba y no durmió casi nada.”, respondió Sofía. “Ah, cierto. La historia sigue así….”

Pasaron los días y Alma fielmente se subía al árbol a ver como el niño de la casa de a lado jugaba en el patio. Alma observaba su cara de concentración mientras trata de balancear el balón en sus dos rodillas. O como a veces se acostaba en la grama a leer un libro. Todos lo días sin fallar el niño salía por la puerta trasera, a eso de las 6 de la tarde, con balón o libro en mano. Alma le observaba fascinada por la contradicción que representaba.  El niño, Alma noto, tenia el pelo negro y a pesar de ser flacucho sus piernas estaban formadas. Lo más probable de tanto jugar con la pelota. Aun así sus manos flacas con dedos largos sostenían los libros con una delicadeza que solo utilizaba cuando se trataba de sus libros. Ya se lo que están pensando, ¿Cómo una niña de 12 años puede hacer tales observaciones? Pues la verdad es que Alma no era una niña común y como decía su madre, tenía una alma vieja. En los días que siguieron se formó una especie de rutina. A las 5:50 Alma subía al árbol a esperar que el niño saliera. Hasta hacia apuestas con ella misma a ver si llevaba un libro o la pelota. Raras veces acertaba.  Un día ya eran las 6:15 y el niño nada que salía. Alma comenzó a preocuparse. ¿Sera que estaba enfermo? ¿Castigado? Mientras Alma debatía porque el niño no había salido no se percato que este se encontraba al pie del árbol donde estaba subida.

“¿No te da miedo? ¿Andar tan alto?”- pregunto el niño desde abajo. Alma, sorprendida casi se cae del árbol.

“¡Pero que susto me has pegado! No sabes que no se debe sorprender a las personas que andan subidas en árboles.”- casi grito Alma.

“Perdona. Pensé que me habías escuchado. ¿Qué haces allá arriba? ¿Expiándome?”- pregunto el niño sonriendo. Alma no pudo evitar devolverle la sonrisa hasta que se percató de lo que el  niño había preguntado.

“Expiándote, ¿yo? Jamás. Solo veía el paisaje. Además de que me gusta subirme a los árboles. ¿A ti no?”

“Le tengo miedo a las alturas”- susurro el niño, sus mejillas colorándose por la vergüenza.

“Te puedo ayudar a vencer tu miedo. Digo si quieres.”

“No soy muy valiente”- dijo el niño sonrojándose aún más.

“Mi abuela me enseño que la verdadera valentía es cuando haces algo a pesar de tener miedo”. El niño la miro confundido, probablemente sorprendido que una niña de la edad de Alma hablara de tal modo.

“Vale, me puedes ayudar, pero primero debes decirme tu nombre”.

“Alma”- contesto está sonriendo.

“Sebastián”- contesto este, devolviéndole la sonrisa.

“¿Se hicieron amigos abuela? ¿Pudo Sebastián vencer su miedo? “– pregunto Sofía emocionada. Su abuela sonrió  y le dijo: “Esa, Sofía, es una historia para otro día”. 

Monólogo Interno: Parte VI


¿Cual es la probabilidad de que dos personas de diferentes partes del mundo se conozcan? Imagino que debe ser un número considerablemente pequeño y aún más pequeño seria que esas personas tengan varias cosas en común. ¿Qué será lo que predomina que personas conocemos? ¿La distancia? ¿El lugar donde vivimos? ¿Nuestra cultura? ¿Qué pasa cuando conoces alguien al otro lado del mundo y encajan? Últimamente he estado pensando en esto y en como muchas personas que conozco, incluyéndome, creen en eso de encontrar tu alma gemela.  ¿Y si nuestra alma gemela vive en un continente distinto al nuestro? Es más, dejando el romanticismo a un lado, ¿qué pasa si se supone que conozcamos a alguien que nos cambiara la vida para siempre y esa persona vive a kilómetros de nosotros? ¿Cómo sucede eso de conocernos? Siempre ha sido un misterio para mí. Podemos vivir en un mismo sitio toda nuestra vida y no conocer a todas las personas que viven allí, cual es la probabilidad de conocer a alguien de otro lugar. Complicado, ¿verdad? Me gusta creer que eso si ya está planeado. Que quien sea que se encarga de hacerlo posible tiene una lista de personas que debemos conocer para cada uno de nosotros. O quizás, ¿somos nosotros los responsables? Si es así, que mucha responsabilidad. ¿No? Hace que nos dé más miedo las decisiones que tomamos. ¿Qué pasa si tomamos la equivocada y nunca conocemos esa persona? O quizás las personas que conocemos dependen de las decisiones que tomemos. Quizás siempre hay una alternativa. Muchas interrogativas, ¿verdad? Demasiado embeleco. Para mi es mejor decir que las personas que conocemos es porque estamos destinados a conocerla. Quizás me haga un romántica. Quizás me tilden de irrealista o ilusa, pero me gusta creer que todavía existe magia en el mundo. Y que más mágico que conocer personas que cambiaran tu vida. Que más mágico que estar destinado a conocer a tu alma gemela. Si, lo sé. Suena a un cuento de hadas, pero yo creo firmemente en ellos aunque no estas exactos como los cuenta Disney. Así que, tú que me lees, ¿Cómo crees que conocemos a las personas?