La foto en mi mesa de noche.

- “A veces me pasa que miro una fotografía mía y no logro reconocerme a mí misma. Sabes, es como si una extraña me mirara desde allí. Una extraña más feliz, más completa, con menos cargas. En fin, otra persona,” cuenta Laura a su amiga, mientras le da una calada a su cigarrillo. Había intentado dejarlo, pero al igual que el amor se le hacía imposible.

- “Es una extraña manera de verte a ti misma,” contesta Celeste frunciendo el ceño en dirección del cigarrillo. A Celeste nunca le había gustado el mal hábito de Laura de fumar. Ahora, a Celeste nunca la habían roto el corazón. Entonces, ¿Por qué habría de entenderlo? Se preguntó Laura.

- “Ese es el problema, Celeste. Que no logro verme. Es tanta la diferencia entre esa de la foto y la persona que soy ahora que es como si fuéramos dos personas totalmente distintas,” le devolvió Laura.


- “Yo creo que a todos nos ha pasado eso en algún momento, Laura. A mí, por ejemplo, me pasa que me encuentro haciendo cosas que nunca pensé que haría. Y es difícil, sabes, conciliar la persona que fuimos, somos y queremos ser. Yo creo que reconocerse a sí misma es tener un balance entre esas tres personas,” contesto Celeste. Laura, por su parte, se dedicó a mirarla. Había una cierta tristeza en sus ojos. Tomo otro cigarrillo de su bolso, lo encendió y volvió a mirar a Celeste. Quizás estaba equivocada, quizás Celeste entendía mucho más de lo que Laura pensaba. Dio una calada a su cigarrillo y se lo extendió a Celeste. Esta lo miro, una batalla interna y luego lo tomo y le dio una calada. Si, al parecer el amor se vuelve un mal habito para todos.  

Martin, no es en realidad su nombre.


Martin, hoy he tomado el día para pensarte. Veras, es tu cumpleaños, y me dije “que mejor día para pensar en él.” Así que, hoy Martin, hoy voy a tomarme la libertad de pensarte. Y si, ya sé que fue lo que acordamos, pero que mejor día para romper promesas que el de tu cumpleaños. Veras, Martin, es que desde que abrí los ojos estás conmigo. Estabas conmigo mientras tomaba mi café y hasta intentaste colarte mientras me duchaba. Así que, decidí “fluir” como andan diciendo por ahí. ¿Recuerdas el viaje que hicimos juntos? Ese que casi perdemos por no querer salir de la cama. Y si, fue mi culpa por empeñarme en contar de nuevo cada uno de tus lunares. Como me fascinan tus lunares, Martin. ¿Recuerdas aquel 4 de julio? Ese en el que me juraste que la felicidad existía. Que la teníamos nosotros agarrada de la mano. Sé que me mentiste, Martin. ¡Oh!, pero como ame tu mentira. Como aun lo hago…