La Diáspora



Me mude para los Estados Unidos hace dos años. Siempre había querido hacerlo, mucho antes de que la diáspora comenzara. Mucha gente me dijo; “¿para que te vas para allá?”, “vas a extrañar muchas cosas”, etc. Y tenían razón, pero siempre lo supe. Supe que extrañaría a mi familia, a mis amigos, a mi tierra. Eso nunca lo dude, pero aun así mi deseo de irme era más grande. Después de todo dicen que la distancia hace que el corazón crezca más afable. No voy a mentir y decir que fue fácil. Ha sido una de las decisiones más difíciles que he tomado. Y aun ahora, dos años más tarde sigue siendo difícil. Es ese constante hilo halándote en la dirección contraria. Rogándote que vuelvas.  Es por esto que cuando escucho los debates de “yo no me quito” y “me quite y me va cabron” me da tristeza. Nadie de los que aún están en la isla conoce la tristeza con la que vivos aquellos que “cruzamos el charco”. La sensación de que por más tiempo que estemos acá nunca se sentirá como estar en casa y a la misma vez, ir a la isla de visita y sentir que ya no perteneces. Los comentarios de que porque ya no vivimos allá perdimos el derecho a comentar la situación de Puerto Rico es triste. Entonces nos quedamos en ese limbo sin saber a donde pertenecemos. Y pasa, que fue a nosotros los que nos tocó el palo más corto. Y aun cuando fuimos nosotros los que escogimos el palo más corto no deja de ser difícil. Somos los que no importa a donde vayamos a comer la comida nunca sabrá igual a la de la isla. Los que como yo, se mudaron a un lugar donde las temperaturas bajan a negativos, la nieve te llega a las rodillas y el frio lo sientes hasta en los huesos. Así que sin importar cuan “cabron” nos vaya nunca será como un domingo en la playa con tus amigos sin ninguna preocupación. Por más caliente que se vuelva acá nunca será como el calor de la isla.  Así que mientras te tomas el café de la mañana escuchando al gallo cantar, no nos juzgues, porque al final del día la tienes mejor que nosotros.

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