Si alguien me preguntara en
estos momentos que describiera mi año 2015 solo tendría una palabra: cambios.
Mi 2015 fue uno lleno de cambios. Uno detrás del otro. Una montaña rusa de
emociones. El 14 de enero del 2015 con tres maletas, un par de ahorros y muchas
ganas tome un vuelo sin regreso a Estados Unidos. Ese sería solo el comienzo de un corriente de
cambios que llegarían a mi vida. Cambios que me han enseñado de que está hecha
la vida. Una de las cosas más valiosas que me ha enseño ha sido que ser feliz
es muy solitario. Que para ganar tienes que sacrificar. Y que extrañar se
siente hasta en los huesos. Que la distancia no te hace más que apreciar más lo
que tenías y mirar con otros ojos las cosas que nunca pensaste extrañar. El 2015 me regalo amor. Amor como el que
siempre pensé que existía pero nunca pensé que sería para mí. Por más cliché que
suene. En el 2015 todo tomó sentido y las piezas del rompecabezas al fin
cayeron en su lugar. Agradezco cada cambio, cada tropiezo, cada piedra en el
camino, cada caída. De cada uno de ellos aprendí y cada uno de ellos me hizo más
fuerte. Y mi recompensa llego casi al final como me había contado una gitana en
algún lugar cerca del mar (también me conto que viajaría el mundo y pienso
darle la razón). Ahora estoy aquí con los pies firmes y el corazón lleno. Y no
lo cambiaría por nada en el mundo…
Post Data. Una de mis resoluciones este
año será escribir más por acá y pienso cumplirla.
Me encanta tu nuevo espacio...
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