No recuerdo el dÃa ni la hora, solo recuerdo el momento exacto. Te recuerdo a ti sentado en aquella silla en el viejo café de la esquina, donde solo aquellos con otras ideas suelen visitar. Estaba yo en la fila esperando a pedir mi tercer chocolate de la mañana cuando te vi. Leyendo el periódico del dÃa, levantaste la mirada justo en el preciso instante en que la mÃa se concentraba en tu cara, desvié la mirada rápidamente algo avergonzada. No entendà en ese momento porque mi corazón latÃa tan fuerte o porque de momento me sentÃa tan nerviosa. Llego mi turno, pedà lo usual y me pare en una esquina, tratando de que mi mirada no se desviara hacia ti. Sale mi orden y trato de buscar una mesa vacÃa, y como es la magia en el mundo o quizás el destino, pero era tu mesa la única en que habÃa un silla desocupada. Recuerdo que sonreÃste y señalaste la silla frente a ti. Estuvimos horas hablando, de todo y de nada, silencios compartidos, risas compartidas y tÃmidas miradas. Nunca llegue a mi clase de la una y tu nunca llegaste a tu cita con un amigo. Horas que parecieron minutos en aquel viejo café, que ya no existe más que en nuestra memoria. Nunca olvido tu sonrisa o la manera en que dijiste mi nombre por primera vez. Aquella tarde llegue a mi apartamento algo cambiada y sÃ, algo enamorada. Y desde entonces nos vimos todas las mañanas en aquel viejo café…
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments