Una historia para Sofía.

Había una vez hace ya algún tiempo, una niña llamada Alma. Alma solía sentarse en el árbol más alto cerca de su casa a mirar las estrellas. Siempre pensando cómo le gustaría volar. Alma tenía un espíritu libre y cada persona que la conocía no podía evitar querer estar a su lado. Ella corría en su traje de flores por el jardín cantando viejas canciones de Los Beatles. Curioso y algo extraño en una niña de 12 años. En uno de esos días en los que Alma andaba subida en el árbol vio como en la casa de al lado se muda una nueva familia. Alma emocionada con la posibilidad de que tuvieran una hija con quien ella pudiera jugar, corrió a contarle a sus padres. “Lo siento Alma, pero no es una niña si no un niño quien se muda a la casa de al lado” le contesto su madre cuando Alma les conto la noticia. Está un tanto decepcionada volvió a subirse en el árbol a ver como de a poco la familia hacia suya la casa de al lado. Allá arriba en el árbol comenzó a ver como sus nuevos vecinos bajaban sus cosas.  Un niño alto, algo flacucho y descoordinado los ayudaba. En cuanto lo vio sus estomago comenzó a hacer cosas raras y su corazón corría mas rápido de lo normal.  Asustada pensando que algo andaba mal con ella corrió a donde su madre. “¡Mamá, Mamá!, algo anda mal” “¿Que sucede cariño?” le pregunto la madre preocupada. “No me siento bien, mi barriga esta haciendo cosas raras y mi corazón late demasiado rápido. Creo que algo grave me pasa. ¿Será que mi corazón me va a explotar?”,  le pregunto Alma con lagrimas en sus ojos. “¿Que hacías mientras que comenzaste a sentirte mal?”, le pregunto la madre sonriendo. “Estaba viendo a los vecinos bajar sus cosas y cuando vi al niño nuevo todo comenzó. ¿Será su culpa?”, Alma no entendía porque su madre sonreía cuando ella se sentía mal. “No te preocupes Alma, ya entenderás”, contesto su madre mientras se volvía a lo que estaba haciendo.  Alma, dolida con su madre, corrió hacia su cuarto y se tumbó en la cama a llorar. ¿Cómo era que su madre no le importaba que ella se encontrara enferma? ¿Qué pasaba si empeoraba? Era casi como si mariposas bailaran en su barriga y sentía su respiración acelerarse junto con su corazón. Alma, concentrada en todo esto, no se dio cuenta que ya no se sentía mal y aún no asociaba sus “síntomas” con el nuevo niño.  Esa noche Alma casi no durmió pensando en el niño de al lado y en como cada vez que lo hacia sus  “síntomas”  empeoraban.
                “Abuela, ¿Qué paso con Alma?, pregunto Sofía. ¿Siguió enferma?” La abuela de Sofía sonrió y le contesto, “Esa es una historia para otro día, ya es hora de dormir.” Sofía, aunque algo decepcionada, asintió.  “La niña del cuento, Alma, tiene tu mismo nombre abuela. ¿Eres tu?”, pregunto Sofía ya casi dormida. “Quizás”, contesto la abuela apagando la luz. 

*Continuará…  

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