El día está
nublado, una brisa ligera se desliza por la Parque de las Palomas. En una de la
mesas un chica de pelo rojizo y piel clara mueve su pie casi al mismo son que
la brisa. Va vestida con un traje de puntos color rojo y blanco, converse
negros y gafas “Rayban”. En su mano
derecha tiene un café bien cargado, mientras que con la izquierda sostiene un
libro. Aunque la verdad se le está haciendo difícil poder leerlo. De vez en
cuando levanta la vista, mira a su alrededor sin encontrar lo que anda
buscando. En su frente se forman arrugas que el simple observador atribuirá al
libro que está leyendo, cuando en realidad son producto de la espera. La chica pone el libro en la mesa, se quita
las gafas y vuelve a mirar a su alrededor. Sus ojos, color azul, tienen algunas
arrugas producto de tanto reír. Aunque en este momento parezcan triste. Se pone
las gafas, vuelve a tomar el libro e intenta por fin entender que es lo que
lee. No logra concentrarse, esta vez pone el café en la mesa, vuelve a quitarse
las gafas y mira alrededor. Se forman más arrugas en la frente y una que otra
en los labios. La chica se vuelve a poner las gafas, toma su café – ya vacío –,
se pone el libro debajo del brazo y se dirige hacia el zafacón más cercano. Allí
vuelve a mirar a su alrededor, no encuentra nada. Deposita el vaso en el zafacón
y camina hacia su apartamento. Por la
entrada sur del parque un chico se acerca casi corriendo, se detiene y mira a
su alrededor. Por el norte la chica desaparece detrás de un edificio. El chico
se acerca a la mesa donde está sentada la chica, encima descansa una margarita.
El chico la toma y se sienta. “He llegado tarde”, piensa. Mientras que la chica
se asoma por el mismo edificio donde desapareció. Ha dejado su bolso en una de
las sillas…
NOTA: El titulo de este escrito ha sido producto de las miles de conversaciones con una de mis mejores amigas. El credito es todo suyo, por supuesto.
awww me suena a serendipity** me encantó! me imagine y todo en el parquet!
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