El extraño en mi mesa.

      Llevo días sentada en una mesa desconocida, mirando como el extraño de ojos azules ocupa mi mesa. Aún sigo escribiendo finales felices para alguien más, mientras espero por lo mío. El extraño mira a su alrededor buscando a alguien o algo. Yo me siento en otra mesa sin saber qué hacer.  Me pregunto a quien o que busca. Y la parte ilusa de mi corazón se pregunta si es a mí. Si busca lo mismo que yo. Noto que aún sigue ordenando lo mismo pero que digo yo, si yo también lo continuo haciendo. Se levanta y yo desaparezco detrás de mi computadora. El extraño vuelve a mirar a su alrededor y por unos segundos sus ojos reposan en mi mesa. Cuando vuelvo a levantar la mirada ya no está y en su lugar, en mi silla de siempre, descansa una bufanda de rayas rojas y negras.  Me levanto y camino hacia ella. Tengo un miedo absurdo a tocarla pero aún así lo hago. La acerco a mi nariz, huele a él, aunque parezca improbable que reconozca su olor. Esa noche duermo con la bufanda debajo de mi almohada. Al día siguiente mi mesa de siempre esta vacía, me dirijo hacia ella.  En mi bolso esta la bufanda, la saco sin saber aún porque. Escucho las campanas de la puerta, me tenso esperando escuchar su orden. En su lugar lo escucho decir: La deje con la esperanza de que fueras tú la que la encontrara

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