Un último dialogo

A solo días de aquel fatídico día con Julián y Marcos, Isabel se encontraba de nuevo al pie de la puerta del que iba a pasar a ser su ex-apartamento con quien iba a pasar a ser su ex-novio con tres maletas y el corazón un poco roto.

-Perdóname- le susurra Isabel a Marcos, que esta recostado en el marco del puerta con un expresión de angustia en el rostro.

-No tienes por qué disculparte, Isabel. Siempre he sabido que eres un espíritu libre. Y lo había aceptado hace mucho tiempo. Qué más puedo esperar de ti que hacer siempre aquello que te hace feliz.

-Aun así, te debo una disculpa. Porque en nombre de mi libertad y felicidad te he herido. Y esa nunca fue la idea. Créeme.

-Lo sé, pero es algo que no se pudo evitar. No te culpo, sabes, yo siempre supe cómo serían las cosas desde un principio. Y no me arrepiento, valió la pena.

Isabel no pudo evitar querer amar a Marcos como él se merecía. Que fácil hubiese sido su vida si se resignara y se quedara con Marcos. Pero Isabel nunca había sido de las personas que se conformaban y mucho menos le gustaban las cosas fáciles. Si, era un masoquista.   Isabel se acerca a Marcos y lo abraza, mientras le susurra al oído: “Te voy a extrañar y tampoco me arrepiento”. Le da un apretón más, agarra sus maletas y sale de allí antes que las lágrimas comiencen a caer. Todavía le falta una cosa más que hacer, las lágrimas tendrán que esperar. Saca el móvil y marca el número que le era tan familiar como el de Marcos.

-Hola- contestan.

-Julián, tenemos que hablar- le dice, mientras espera un taxi.  


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